Opinión | El especialista
El gran peligro de los patinetes eléctricos
El patinete eléctrico se ha convertido en el enemigo público número uno de la sociedad, y no faltan los motivos, dadas las imprudencias que se cometen a diario a bordo de este vehículo

Una persona circulando con un patinete eléctrico por la carretera. / Enric Fontcuberta/EFE
En realidad se llaman vehículos de movilidad personal y actualmente se han convertido en el enemigo público número uno de la sociedad. Y no faltan los motivos, porque las imprudencias que se cometen diariamente a bordo de este aparato no son pocas. Lo que en un principio fue concebido como un vehículo destinado al desplazamiento económico, libre y sin perjuicio para el medioambiente, ha resultado ser un bombazo de invento para la sociedad, mayoritariamente joven, por el perfil que se suele observar en nuestras vías públicas.
No quiero ser injusto y demonizar a los usuarios de los VMP, porque no debemos generalizar nunca, y en este aspecto hay muchísimas personas que los utilizan correctamente, conocen las normas de uso y conducen con la diligencia y precaución que exige la normativa vial. Simplemente, hay que recordar que este vehículo, de una o dos ruedas, no puede llevar asiento, debe tener una velocidad entre 6 y 25 km/h y tiene que ser utilizado por una sola persona. No olvidemos que nunca puede circular por zonas peatonales ni fuera de poblado. Y que cumpla normas como, por ejemplo, no utilizar auriculares ni teléfono móvil, respetar los semáforos en rojo y resto de señales, etc. En definitiva, que cumplan las normas que deben respetar el resto de usuarios del tráfico vial.
Para aquellos descerebrados que trucan el patinete para que alcance mayor velocidad, quiero que sepan que no saben lo que hacen ni son realmente conscientes de la grave irresponsabilidad para su propia vida que están cometiendo. A mayor velocidad, mayor fuerza del impacto y peores consecuencias. Es como firmar una muerte anticipada. No olvidemos que si en un siniestro vial interviene el conductor de una bicicleta, se llevará la peor parte si resulta herido o fallecido. Pues en el patinete eléctrico es igual o más peligroso y gravoso sufrir esas consecuencias, ya que estos vehículos no tienen protección y el chasis es el propio cuerpo del conductor. En los hospitales ya se nota un notable incremento en los casos atendidos donde resulta implicado un usuario de vehículo de movilidad personal.
Pero tampoco nos pongamos medallas, porque los vehículos de movilidad personal no los hemos inventado nosotros en el siglo XXI, ya que las primeras ideas aparecieron a mediados del siglo XIX, aunque su verdadera irrupción se produjo en el año 1915, cuando el Autoped fue el primer patinete eléctrico que llegó a las calles de Nueva York, especialmente visto como símbolo de libertad y movilidad para las mujeres. Otros colectivos, como carteros y policías, también comenzaron a utilizarlo, viendo que era un elemento que aportaba una enorme utilidad a su trabajo en la ciudad. A pesar de ello, no cuajaron, por algo sería, y ese algo es que no sabemos utilizarlos ni ser rápidos en regular unas normas claras, y tantos años después el tiempo nos da la razón. «El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra», ¿lo recuerdan?
A la Dirección General de Tráfico y todos los organismos dedicados al maravilloso mundo de la seguridad vial, como el Observatorio Criminológico de la Seguridad Vial, del que formo parte, nos supone un quebradero de cabeza la irrupción cada vez más extendida de estos vehículos, porque nuestro fin es facilitar la seguridad vial y, principalmente, evitar que se produzcan víctimas mortales o heridos.
Es incomprensible que desde hace casi tres años que la Ley de Seguridad Vial recogió la obligatoriedad de utilizar el casco cuando se desarrolle reglamentariamente, a día de hoy nuestro Parlamento no haya desarrollado en el Reglamento General de Circulación dicha obligación y sean los ayuntamientos los que se defiendan como gato panza arriba, incluyéndolo o no en sus ordenanzas municipales de tráfico.
Seamos claros, utilizar este tipo de aparatos conlleva un gran peligro y una gran responsabilidad. A mi juicio, debería ser obligatorio utilizar el casco ya de una vez por todas -pónganse las pilas, señores políticos-, obtener algún tipo de seguro de responsabilidad civil y un curso de conocimientos mínimos para poder circular por la vía pública con un vehículo, y extenderlo al uso de bicicletas también. Curso y seguro que para tener animales ya preveía hace dos años la Ley 7/2023, de 28 de marzo, de protección de los derechos y el bienestar de los animales que, como pocos sabemos, dicho desarrollo reglamentario ha quedado pendiente de ejecución debido al panorama político que tenemos actualmente. Pero de eso ya hablaremos otro día.
Por cierto, esta cuesta de enero parece que no se va a terminar nunca, aunque tenemos el consuelo de las rebajas y lo mismo pillan una ganga de patinete. Pero, por favor, úsenlo como los condones, el agua o el teléfono 112, con responsabilidad.
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