Opinión | Cara B

Fin del relato

Cinco jueces del Constitucional más el fiscal han dado carpetazo a la denuncia de la exconsejera Ana Martínez Vidal, quien se querelló contra este periódico tras verse retratada en un relato de ficción

Ana Martínez Vidal, exconsejera en el Gobierno de coalición PP/Cs de la primera parte de la anterior legislatura autonómica.

Ana Martínez Vidal, exconsejera en el Gobierno de coalición PP/Cs de la primera parte de la anterior legislatura autonómica. / Israel Sánchez

Verano de 2017. Un servidor era responsable en La Opinión de las ‘colaboraciones externas’ del suplemento Verano Sinfín, un espacio para hacer un periodismo arrevistado en el que se experimenta con secciones especiales destinadas al entretenimiento y a ocupar un mayor tiempo de lectura. Una de mis ocurrencias consistió en publicar un relato literario diario que en vez de que lo firmase un escritor acreditado lo hiciera una personalidad relevante de la sociedad murciana sin relación con el arte de la escritura.

La idea, no me negarán, era buena, pero me costó Dios y ayuda convencer a 62 ‘voluntarios’ (julio y agosto) dispuestos a cuadrar el reto. Uno de ellos me puso una condición: «Vale, te escribo un cuento, pero si tú escribes otro». Tal era mi apremio por salir del embrollo en que yo mismo me había metido que le prometí que lo haría. 

Cumplí. Escribí mi relato de prisa y corriendo el 31 de julio después de haber acabado mi trabajo del día y a punto de tomar mis vacaciones de agosto. Estaba deseando apagar el ordenador para olvidarme de todo, pero decidí responder a mi promesa. Me inspiré en las circunstancias políticas del momento (la corrupción urbanística) e ingenié una estampa de ladrillo y sexo entre un concejal de Basurillas y una concejala de Obrillas, arquetipos genéricos en cualquier relato equivalente. 

Releído ahora, no estaba del todo mal, salvo que requeriría un final más elaborado, pero tenía prisa, quería irme de vacaciones y lo acabé por la vía rápida. Pasé el texto a la redactora jefe del turno de agosto y le sugerí que lo tuviera de comodín por si alguna de las colaboraciones concertadas no llegaba a tiempo. 

Tras su publicación, a la vuelta de vacaciones constaté que hay algo que contiene más riesgos que el periodismo: la literatura. Ana Martínez Vidal, que había sido concejala del PP y que mantuvo unos dos años de carencia en la actividad política para más tarde incorporarse a Ciudadanos y participar del Gobierno de coalición con su expartido, se había sentido identificada con la protagonista femenina del cuento (o la habían inducido a que lo hiciera) y denunció aquella publicación. 

Siempre llamó  la atención que  Alberto Castillo  y Luis Gestoso,  que declararon  como testigos de la  denunciante,  identificaran a  Ana Martínez Vidal en un retrato que  tanto disgustaba  a quien se había declarado su protagonista

Obtuvo una sentencia satisfactoria para su interés en la primera instancia judicial, argumentada en una jurisprudencia del Supremo que éste, posteriormente, no validó, pues la jueza dio por sentado que el relato incluía a la denunciante, y como pieza probatoria aportaba los testimonios de dos testigos (¿testigos de qué?): Alberto Castillo y Luis Gestoso, por entonces presidente de la Asamblea Regional y diputado nacional de Vox, respectivamente.

Uno, compañero de escaño de su partido, y otro, socio parlamentario externo para la investidura del Gobierno de coalición PP/Cs del que ella era consejera. Siempre me llamó la atención que ambos políticos la identificaran en un retrato que tanto disgustaba a quien se había declarado su protagonista. 

Lee la sentencia íntegra del Constitucional contra el recurso de Ana Martínez Vidal

Lee la sentencia íntegra del Constitucional contra el recurso de Ana Martínez Vidal

Lee la sentencia íntegra del Constitucional contra el recurso de Ana Martínez Vidal

Tres Tribunales, once jueces

El posterior recurso a la Audiencia Provincial levantó en peso, con la firma de tres jueces, aquella sentencia. Pero Martínez Vidal recurrió al Supremo, con idéntico resultado de mano de todos los jueces de la sala, y otros cinco además del fiscal del Constitucional, instancia a la que también recurrió, acaban de poner fin a su empeño.

Las tres sentencias por unanimidad y minuciosamente razonadas. Este remate ha sido para mí una sorpresa, pues ni siquiera sabía que el asunto estaba en el Constitucional; hace tiempo que olvidé esta anécdota.

Supongo que cuando Leopoldo Alas escribió La Regenta no apareció una dama de Oviedo reclamándose ser Ana Ozores. Yo no he tenido esa suerte con mi pobre relato. La comparación es hiperbólica, desde luego, pero la libertad de creación ampara por igual a la alta literatura y a la amateur, y desde el principio he tenido la confianza en que la Justicia española no iba a crear el precedente de condenar al autor de un cuento de pura ficción, aunque estuviera inspirado en el ambiente político general de cuando la corrupción inmobiliaria.

¿Quiénes son los protagonistas reales de Crematorio, de Rafael Chirbes, por ejemplo? Pasaron los tiempos en que (sigo en hipérbole) Flaubert conoció la cárcel por haber escrito Madame Bovary.

Cuando Leopoldo Alas escribió La Regenta no apareció una dama de Oviedo reclamándose ser Ana Ozores. La comparación es  hiperbólica, desde luego, pero la libertad de creación ampara por igual a la alta  literatura y a la amateur

Por fortuna, hoy los autores de ficción no han de temer a los tribunales, sino a los críticos literarios, pero en mi caso éstos ni siquiera se fijaron en mí por razones perfectamente comprensibles. Aunque, bien pensado, es un error por su parte, pues mi relato (El efecto látigo) se convirtió en un best-seller digital, si bien admito que no necesariamente por su calidad literaria, sino por el vuelo que le dio, supongo que de manera involuntaria, quien quiso verlo como mensaje encriptado a su persona, quién sabe a través de qué clase de espejo se miró.

A lo largo de un tramo de este trayecto he debido soportar epítetos gruesos de parte de Martínez Vidal en emisoras de radio y periódicos digitales, y ahora podría permitirme acudir a los tribunales en defensa de mi honor. Pero no seré yo quien prosiga con este absurdo, y en parte cómico, itinerario. 

Doy todo esto a beneficio de inventario como gajes del oficio, y creo que la sociedad ya hizo convenientemente su trabajo al conducir a Ciudadanos, vista la gestión de sus representantes, a su desaparición. Así que adiós. 

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