Opinión | El blog del funcionario
Consejería de Emergencia Climática ya
Me temo que nada se hará, sobre todo porque nos gobiernan, o forman parte de las decisiones importantes, aquellos que niegan el cambio climático

Imagen de archivo de la devastación causada por la dana en Picaña, Valencia. / EFE/Biel Aliño
¿Cuántas más catástrofes tienen que producirse para que empecemos a prepararnos tanto estructural como administrativamente para hacer frente a la emergencia climática que estamos sufriendo?
¿Tienen que morir en nuestra Región decenas de personas en una riada o en un incendio para reaccionar?
¿Cuándo vamos a darnos cuenta de que luchar contra el cambio climático no se hace llorando por las esquinas, declarando zona catastrófica o largándose a comer al Ventorro?
Cada vez que hay una catástrofe actuamos como si fuera algo excepcional, cuando, en realidad, se ha convertido en algo cotidiano. Hace menos de un año era Atenas la que ardía, ayer fue Los Ángeles, las inundaciones las tenemos en nuestras narices, y nuestra única respuesta oficial es hacerle palmas al presidente Mazón en Asturias o acordarnos de los muertos en el mensaje de Año Nuevo.
Sería bueno que, por una vez, y para que sirviera de precedente, actuáramos con anticipación. La prevención es clave en los tiempos que se avecinan, y toda inversión en ella será poca ante la magnitud de las consecuencias que está teniendo el cambio climático.
Pero me temo que nada se hará, sobre todo porque nos gobiernan, o forman parte de las decisiones importantes, aquellos que niegan el cambio climático. Cuando he leído que el único político español en la toma de posesión de Donald Trump es Santiago Abascal, lo primero en lo que he pensado es cuando justificaron los muertos de la dana diciendo que riadas siempre ha habido, o incluso que su vicealcalde de Valencia se fue al día siguiente a una casa de turismo rural.
Sería toda una declaración de intenciones, y por una vez seríamos los primeros en España, al margen de liderar los datos de fracaso y abandono escolar, obesidad, riesgo de exclusión social, tabaquismo y casas de juego, en crear la Consejería de Emergencia Climática, con su estructura y sus propios presupuestos, poniendo también en marcha avisos sobre alertas a la sociedad y planes de evacuación en centros educativos y sociosanitarios.
La prevención, como nuestra memoria, son dos de las asignaturas pendientes que tenemos en este país, y por eso siempre vamos a contracorriente en todo.
Ojalá no tengamos que poner nosotros nunca los muertos, el barro, el lodo o el fuego, pero me temo que con unos árboles ya enfermos en muchos montes, con lluvias que cuando aparecen, de uvas a peras, lo hacen solo para joder, con unos datos alarmantes sobre nuestro futuro semidesértico, ya es demasiado tarde para detener el desierto, pero por lo menos sería bueno que hiciéramos algo alguna vez en nuestra puñetera vida para sentirnos orgullosos de nuestros políticos.
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