Opinión | Lo veo así

La monarquía y su neutralidad política

No solo sus poderes son simbólicos y ceremoniales, es que ha de mantenerse siempre neutral políticamente

El rey Felipe VI junto a Jeffrey Kevin Marder, embajador de Canadá, durante el acto de presentación de las cartas credenciales.

El rey Felipe VI junto a Jeffrey Kevin Marder, embajador de Canadá, durante el acto de presentación de las cartas credenciales. / Casa de S.M. el Rey

Europa mantiene diez monarquías: Bélgica, Países Bajos, Reino Unido, Suecia, Dinamarca, España, Liechtenstein, Luxemburgo, Mónaco y Noruega. Todas ellas monarquías parlamentarias, donde los reyes carecen de poderes legislativos, ejecutivos, judiciales y constituyentes. Es decir, en las monarquías parlamentarias, los soberanos no poseen poderes -en Mónaco y Liechtenstein conservan algunas potestades gubernamentales- y España no es una excepción, porque el rey es el jefe del Estado y todos sus actos deben ser refrendados por el Gobierno, de acuerdo con lo establecido en la Constitución en su título II, dedicado a la Corona. Y la Constitución señala que «el rey es el símbolo de la unidad y permanencia del Estado, arbitra y modera el funcionamiento de las instituciones y asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica».

No, España no es diferente a ninguna otra monarquía parlamentaria. Por ejemplo, la monarquía danesa es una de las más antiguas del mundo y la más antigua de Europa. Pues bien, el rey Federico X se limita a funciones no partidistas, como conceder honores y nombrar formalmente al primer ministro, pero como en el caso del monarca del Reino Unido, Carlos III, no solo sus poderes son simbólicos y ceremoniales, es que ha de mantenerse siempre neutral políticamente.

Pues bien, Felipe VI, como Federico X y Carlos III, también ha de ser neutral políticamente. Y no solo ha de ser neutral, ha de parecerlo también. Algo que no parecen entender muy bien algunos políticos, algunos periodistas, algunos intelectuales, que se han manifestado muy críticos -hay quien ha llegado a comparar la no presencia del rey con la del PP y Vox- por la no participación del monarca en la ceremonia de inauguración de los actos que el Gobierno ha preparado para este año con motivo del 50 aniversario de la muerte del dictador Franco. Un centenar de eventos que con el título «España en libertad» se desarrollarán a lo largo de los próximos doce meses.

Pero el rey estaba donde tenía que estar, porque, el mismo día del acto, Felipe VI recibía en el Palacio Real a los nuevos embajadores en España. Y esa es una de las responsabilidades que tiene encomendadas. 

Como estará también en otras tres actividades incluidas dentro de esos actos de «España en libertad», con menos matiz político que el celebrado el pasado miércoles. Actos como la visita, el 27 de este mes, al campo de concentración de Auschwitz, en Polonia, liberado hace 80 años, y la que hará en el mes de mayo al campo de Mauthausen, en Austria, así como en el coloquio sobre el proceso democratizador que organiza la cátedra de Memoria de la Universidad rey Juan Carlos I. Actos institucionales, pero alejados del cariz político de otros en los que los reyes no pintan nada allí, sencillamente, porque su papel es otro. Y ponerlo entre «la espada y la pared», en estos casos, no es bueno para la institución, no es bueno para nadie. Yo quiero un rey como este, que sepa cuál es su papel.

Por otra parte, aunque el PP y Vox se empecinen en que «España en libertad» está pensada para «apagar» algunos temas judiciales que puedan perjudicar a Pedro Sánchez, lo cierto es que un centenar de actos no pueden improvisarse. No se puede improvisar, por ejemplo -y quienes hemos trabajado en lo audiovisual lo sabemos bien-, una serie de seis capítulos de RTVE coordinada por el abogado Nicolás Sartorius -encarcelado por la dictadura- y en la que se abordan los movimientos sociales que ayudaron a la conquista de la democracia. Como tampoco se pueden improvisar, entre otras cosas, las visitas programadas a esos campos de concentración donde muchos españoles dejaron sus vidas. Y ahí sí, ahí tiene que estar el rey. 

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