Opinión | El prisma

¿Deben vincularse las becas al rendimiento académico? / Es un contrato, no un derecho

Hay que promover a los mejores estudiantes becándolos de manera suficiente, porque si las ayudas son iguales para todos, los buenos acabarán desincentivados y el nivel académico se irá desplomando progresivamente

La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz.

La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. / A. Pérez Meca / Europa Press

Las becas estudiantiles son un instrumento del Estado que permite a todos los jóvenes conquistar las más altas cotas de excelencia académica aunque procedan de familias con escasos recursos. Se trata de una acción destinada a promover la igualdad en origen, de manera que todos podamos desarrollar nuestro máximo potencial y nadie se quede en el camino por falta de dinero para pagar una matrícula y el resto de gastos que implica la educación. Pero eso no es un derecho. Es un contrato, que el beneficiario de la ayuda tiene que honrar dando lo mejor de sí mismo a base de talento, tesón y esfuerzo constantes. De lo contrario, es tirar el dinero y perjudicar, en primer lugar, a los estudiantes brillantes procedentes de familias desfavorecidas.

Lo que pretenden los aliados de extrema izquierda de Sánchez empotrados en el Gobierno es convertir las becas en una ayuda social más, repartiéndolas al margen de los méritos académicos de los beneficiarios. Pero en tal caso, ya no serían becas al estudio, sino un dinero regalado por los políticos para crear nuevas bolsas de votos, que solo beneficiaría a los partidos que ejercen el poder.

En realidad, habría que aumentar la exigencia del rendimiento académico para conceder las becas, a cambio de que estas ayudas sean mucho más elevadas. Porque las familias con bajos ingresos que tienen a sus hijos realizando estudios universitarios no solo necesitan la gratuidad de la matrícula y una ayuda para libros. Requieren también de una aportación para compensar el coste de oportunidad de tener a sus hijos en edad laboral cinco años estudiando y sin aportar a la economía de la familia.

Hay que promover a los mejores estudiantes becándolos de manera suficiente, porque si las ayudas son iguales para todos, los buenos acabarán desincentivados y el nivel académico se irá desplomando progresivamente hasta el derrumbe final. ¿Qué aliciente para estudiar va a tener un alumno de sobresaliente si los que aprueban por los pelos y se pasan el curso de fiesta cuentan al final con una beca similar? Ninguno. Solo la exigencia constante del esfuerzo y el premio inherente a ese desempeño brillante dan sentido a un sistema de becas que la extrema izquierda amenaza ahora con dinamitar.

En los últimos coletazos del PSOE andaluz en el poder, la Junta de Andalucía regaló miles de ordenadores portátiles para los estudiantes universitarios de la región. La consecuencia inmediata es que las páginas de venta de artículos seminuevos se colapsaron con las ofertas de esos equipos, que los estudiantes no necesitaban o preferían convertir en dinero para emplearlo en otras aficiones, más divertidas pero menos productivas en términos académicos. Pero es que el regalo de dinero público sin atender a un objetivo previo es un despilfarro absurdo en todos los órdenes, especialmente en el caso de las becas al estudio de los alumnos brillantes.

En todo caso, los requisitos para mantener las becas en estos momentos no son precisamente estratosféricos. Se trata de aprobar el 40 % de las asignaturas o créditos universitarios, un trabajo que, vista la situación de la educación pública española, no constituye precisamente un esfuerzo titánico. Eliminar esa prevención y repartir el dinero a todo el mundo, sin tener en cuenta su capacidad, va en contra de los buenos alumnos con menos recursos, que necesitan ayudas más abultadas que las actuales para poder culminar su itinerario académico sin que sus familias se vean perjudicadas en exceso.

Solo los vagos pueden defender un sistema de becas que no tenga en cuenta el reflejo anual del esfuerzo desarrollado. Los que estudian a diario, poniendo lo mejor de sí mismos en cada examen, no tienen miedo a esa exigencia de resultados, porque los alcanzan sobradamente. Esa es la población estudiantil que hay que proteger y fomentar. Todo lo demás es demagogia y tratar de comprar votos con el dinero de todos los ciudadanos, algo en lo que la izquierda es toda una autoridad.

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