Opinión | Retratos
Juan Ballester
Asier Ganuza Ruiz: opiniones y verdades
Desde hace mucho tiempo, seguramente desde que conocí personalmente al periodista Pedro Soler a comienzos de los ya muy lejanos ochenta, descubría uno que ejercer la labor periodística relacionada con el mundo cultural era uno de los trabajos intelectuales más duros que podían existir. Creemos que se puede informar objetivamente y en profundidad sobre determinada política, aunque uno sintonice ideológicamente con la contraria; de igual manera se puede hacer sobre economía, sociedad, sucesos… incluso sobre la cultura, pero, ¿sobre el arte?
Si realmente te has acercado con sinceridad a ese mundo del arte, un mundo tan poco democrático por esencia, inmediatamente descubres que no todo lo que se presenta como tal llega a cumplir con los mínimos exigibles. Es verdad que, como en todo, existen diferentes alturas, pero otra cosa es que cualquier juego, actitud o trabajo, sin una mínima sustancia, pueda llegar a tener tan ‘noble’ consideración. Ojo, subrayamos el calificativo noble porque, evidentemente, la creación sigue (y seguirá) teniendo un carácter nobiliario, aunque nunca de sangre, sino de destino.
A lo que íbamos: ¿Puede tener sentido crítico un responsable de cultura de un medio público y no morir en el intento? Pues, sinceramente, también lo creemos posible, aunque sabemos que las presiones sociales, unidas al propio ego (máxime si eres artista militante), terminarán por enturbiar la luz de esa ‘Verdad’ que a todos nos debería guiar. Resumiendo: pensamos que se puede e, incluso, se debe tener una opinión; lo que no se puede tener es una Verdad, ya que ésta, aunque exista, no nos pertenece. Toda Verdad lo es precisamente por su carácter generalista, por tratarse de un faro que ilumina y dirige nuestra opinión, cualquier opinión. Diríamos que las opiniones son el camino y sólo pertenecen al que lo recorre, mientras que la Verdad es el destino común de todas las opiniones.
Creemos, por tanto, que es posible informar desde una opinión consolidada. Para eso existen los adjetivos calificativos, las reflexiones más profundas, las llamadas de atención, las rigurosas selecciones… unas actitudes periodísticas que, perfectamente, pueden conjugarse con aquellas otras simples notas informativas emitidas a modo de santoral, programación televisiva o farmacias de guardia.
Pero, estoy acabando el texto que acompaña mi retrato de hoy y aún no he hablado del personaje modelo, ni citado su nombre. O quizá sí. Acaso no lo esté haciendo de Asier Ganuza Ruiz, sino del periodista responsable del sector cultural en este medio. Y es que, si por algo se caracteriza Asier, no es por su permanente y sonora presencia o por su protagonismo público, sino por su aparente ausencia y difícil transparencia, por su profesionalidad trabajando desde la trinchera, por su atronador y elocuente silencio. Éste que ahora miran y que, posiblemente, muchos aún no conocen, es alguien que ama la cultura porque sigue fielmente su propia opinión en busca de la Verdad.
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