Opinión | Entre letras

Javier Díez de Revenga

Poesía de la imagen

Luis Bagué continúa su larga y venturosa trayectoria de investigador de la lírica del siglo XXI con ‘Ecfrasis e intermedialidad’

Luis Bagué Quílez, catedrático de Literatura Española de la UMU, acaba de publicar en Madrid, Visor, su último libro, Écfrasis e intermedialidad en la poesía española contemporánea. Pintura, cine y publicidad, que continúa su larga y venturosa trayectoria de investigador de la lírica del siglo XXI, a la que ha sometido, en numerosas ocasiones anteriores, a retos muy singulares. A través de los tres enfrentamientos que se sugieren en el subtítulo del libro (pintura, cine y publicidad), Bagué indaga no solo las reacciones de un determinado poeta ante las nuevas perspectivas de la vida moderna, sino que explica con lucidez asombrosa los hallazgos y los resultados obtenidos por una lírica sin duda innovadora y reveladora de su presencia en el cotidiano latir de tantos lectores, en lo que el propio Bagué identifica como las conexiones entre el discurso poético contemporáneo y otros códigos artísticos que modelan la imagen de nuestro tiempo.

Una primera sección del libro la titula El museo sin paredes, y en ella reúne el análisis de las reacciones de diferentes poetas frente al tejido del lienzo o la imagen fotográfica y los nuevos lenguajes performativos y examina con detenimiento el diálogo que establecen tres poetas ante tres pinturas excelsas: el retrato de Jovellanos de Goya y Luis García Montero, Hopper en su cuadro de Sombras en la noche y Antonio Jiménez Millán, o la Venus del espejo de Velázquez y Erika Martínez. La segunda sección, La pantalla global, analiza las poéticas adictivas de Aníbal Núñez, los vuelos truncados de Claudio Rodríguez y Víctor Erice o la mitología cinéfila de Pablo García Baena y Luis Alberto de Cuenca. Y en la tercera, La musa publicitaria, se descubre el desconcierto de Ángel González ante los señuelos comerciales y la versión actualizada en su particular clasicismo por Juan Antonio González Iglesias. Todo culmina en un inteligente itinerario poético para sorprender la tópica literaria patrocinada por McDonald’s.

Hay capítulos en este libro especialmente dilucidadores que demuestran la importancia de la imagen frente a la palabra que surge en la poesía del tránsito del siglo XX alXXI. Y buenos ejemplos constituyen las reflexiones sobre la relación de la pintura de El Bosco con el poeta Diego Jesús Jiménez, o las postales y fotografías que es posible sorprender en la poesía instantánea de Francisco Díaz de Castro. Y yendo más hacia atrás en el tiempo, la nueva lectura de un libro fundamental en la poesía española del siglo anterior, Diario de un poeta recién casado de Juan Ramón Jiménez, desde las palabras «el vigilante está dormido», del poema Retrato de un niño (atribuido a Velázquez), que el poeta sitúa en el Museo Metropolitan el 29 de mayo de aquel 1916. Pero lo cierto es que una vez más, a través de este capítulo, se demuestra que Nueva York es un laboratorio óptico y que años antes que García Lorca descubriera las proporciones trágicas de aquel monumento a la modernidad, Juan Ramón ya había sido un poeta en Nueva York. Según se demuestra en las variadas aportaciones de este ensayo, el poeta frente al lienzo vuelve a ser, evocando el título de un poema de Pedro Salinas, «pasajero en museo»; y es muy cierto que en aquel poema el autor de La voz a ti debida inmortalizó su pasión por la imagen que le proyectaban una serie de pinturas, aunque descritas, no identificadas que manifiestan su permanencia y su eternidad frente al carácter pasajero del visitante del museo, otra vez el Metropolitan de Nueva York, del que el poeta acaba siendo expulsado a la Quinta Avenida, como si fuese expulsado del paraíso. 

Constituye este ensayo, bien nutrido de múltiples sugerencias, una excelente oportunidad para conocer una dimensión inédita y sorprendente de la poesía que ahora se está escribiendo en España, de las ambiciones y de los progresos de una serie de poetas fundamentales que protagonizan una nueva historia de la lírica. Y la imagen, múltiple y procedente de diversos soportes, se enfrenta a la palabra poética con resultados que no solo han merecido la atención del estudioso, sino que han demostrado la vitalidad y la vigencia de una poesía que forma parte de este mundo de hoy. Todo para demostrar, como señala Luis Bagué, «que una imagen no vale más que mil palabras y que una palabra no puede sustituir la avalancha de imágenes a la que estamos expuestos en nuestro devenir cotidiano». A pesar de ser muy cierto lo que se afirma, la realidad es que la concurrencia entre lo visual y la expresión literaria forma parte ya indispensablemente de la civilización occidental, lo que supone, según Bagué, «el comienzo de una hermosa amistad». 

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