Opinión | Horizonte de sucesos
El poder de la palabra humana frente al vacío digital
López Mondéjar lamenta en ‘Sin relato’ la sustitución del yo narrativo por un yo físico, de consecuencias trascendentales
En la última edición del prestigioso premio de ensayo de la editorial Anagrama se alzaba la murciana Lola López Mondéjar con el galardón. Lo hacía con Sin relato (2024), on un libro exquisito, bien documentado y oportuno que analiza la atrofia de la capacidad narrativa en nuestra sociedad. Si los humanos nos caracterizamos por nuestras habilidades lingüísticas, ¿estamos dejando de ser humanos si perdemos estas habilidades? La psicóloga y escritora molinense se hace esta pregunta y trata de mostrar cómo en nuestra sociedad contemporánea, definida por un capitalismo digital, un narcisismo exacerbado y la pérdida de los grandes relatos, los hombres y mujeres (y en especial los jóvenes) estamos sufriendo un cambio de paradigma. La tesis que defiende la autora parece incontestable: un exceso de culto al cuerpo sustituye el yo narrativo por un yo físico. Este vaciamiento, propiciado por el abuso de las redes sociales y el capitalismo digital, nos invita al solipsismo, al aislamiento, a la incapacidad de expresarnos y al menoscabo de la empatía. Además, la pérdida de los grandes relatos a la que aludíamos, esa narrativa global que nos daba sentido y nos humanizaba está siendo sustituida por los storytelling, pequeños relatos anecdóticos, rápidos de digerir, fragmentarios, que apelan más a nuestras emociones inmediatas que a nuestra capacidad crítica. De hecho, ese parece ser el mayor problema que la vida digital nos ha acarreado. Nos hemos sustraído a la interacción con el otro, al debate constructivo, al análisis racional y empático. Las personas hemos acelerados los ritmos de nuestras vidas y no tenemos tiempo para la introspección, para tejer ese relato personal que nos construye como humanos en interacción con nuestros semejantes. Como bien apunta López Mondéjar, «la identidad personal no es inmutable, sino un tejido de experiencias construido por medio de la actividad narrativa, de los relatos que nos contamos a nosotros mismos o nos cuentan otros». Por lo tanto, sin referentes, ‘sin relato’, la identidad acaba por elaborar un yo imaginario, sin consistencia.
En nuestra sociedad también influyen, además de los factores relacionales o psicológicos, elementos económicos. La inestabilidad laboral, sostiene nuestra autora, es una de las causas que provocan la fragmentación de la identidad. Es evidente que la precariedad laboral es un desafío que provoca desgaste emocional e incluso enfermedades mentales.
López Mondéjar pone más adelante en el centro de su ensayo un concepto que me parece esencial: la atención. Como sabemos, desde las disciplinas antiguas que plantean la introspección y la meditación como forma de vida, hasta las más modernas terapias de mindfulness la atención es considerada como una función cognitiva necesaria para aprender, conocerse y crear una identidad saludable. En este sentido, la autora critica cómo ha aumentado la falta de atención, sobre todo debido al uso de smartphones, que nos absorben y evitan que nos «encontremos» con nosotros mismos. Que dialoguemos con nuestro yo y construyamos ese relato que le da sentido a nuestra vida, a nuestra realidad y a nuestra identidad. Esta excesiva conexión digital, en una realidad extremadamente capitalista, que nos aboca a lo inmediato y a consumir, nos dificulta estar solos, no depender de los objetos. Estamos constantemente bombardeados por noticias que confirman nuestros prejuicios. Las pantallas, según afirman muchos expertos, no solo son un «asalto sensorial para el cerebro», también nos roban tiempo de sueño, de juego y de interacción social, especialmente dañino para los más jóvenes.
López Mondéjar es psicóloga y defiende que el psicoanálisis es una herramienta adecuada para ayudar a aquellas personas, en especial adolescentes, que han perdido la capacidad de autonarrarse, de expresar sus emociones. En este sentido, en una época en la que la capacidad de narrar y narrarnos se está atrofiando, indiscutiblemente una terapia que se basa en la «cura por la palabra» pasa por ser una de las soluciones más eficaces. Por eso, la literatura es contemplada como una herramienta eficaz para reflexionar y proveernos de palabras, de voces, de sentido.
El hombre, un ser social, necesita de la aprobación de los demás. Sobre todo aquel que no tiene unos valores afianzados o es fácilmente influenciable. El ejemplo más terrible es lo que sucedió en los campos de exterminio nazi que, al igual que las sectas, demostró que somos capaces de llevar a cabo los más deleznables actos para recibir la aprobación del grupo.
Para acabar, López Mondéjar abre una puerta a la esperanza. Como muchos de los pensadores en los que se apoya, la autora sostiene que la solución existe, está en nosotros. Hay que retornar a la amistad, a la solidaridad. Desdeñar el sentido utilitarista de las cosas y de las personas. Volver a la Tierra, que es a donde pertenecemos.
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