Opinión | La Feliz Gobernación
Libertad sin pifias
Si el Gobierno sanchista ofreciera satisfacción, como presume, a la clase media trabajadora ¿de qué iba a emerger la ultraderecha en ese amplio estrato social?
El PSOE inauguró la Transición con una campaña cuyo lema era «Cien años de honradez» que fue contraprogramada por el PCE con lo que hoy sería un meme: «Y cuarenta de vacaciones». Los comunistas aludían a la práctica ausencia del PSOE en la oposición durante los tramos más duros del franquismo mientras ellos se fajaban contra él en la clandestinidad.
Sin embargo, hoy es el sanchismo, una evolución populista del socialismo, el que celebra en solitario el deceso del dictador. Ya que la programación anunciada, aunque no detallada, se sufraga con recursos públicos, cabría exigir que la estética y la retórica no se emparentaran con los actos de propaganda que sufrimos durante la dictadura. La sesión inaugural presentó un paralelismo claro en cuanto a la apelación al enemigo exterior, que para Franco era el ‘contubernio judeomasónico’ y para Sánchez, el auge de la extrema derecha. La parte musical contenía reminiscencias de las actuaciones de las folclóricas en La Granja, solo que en decadente, y nada hubiera extrañado que el papel de Doña Collares lo hubiera interpretado Begoña Gómez, que en vez de joyas suele lucir másteres.
La extrema derecha está a las puertas, sí, pero su presencia no la trae el viento, sino que más bien brota del desnorte de la izquierda y de la falta de respuestas de ésta a los problemas reales de la gente. El populismo de izquierdas no es en absoluto inocente respecto al crecimiento del populismo de derechas. Si el Gobierno sanchista ofreciera satisfacción, como presume, a la clase media trabajadora ¿de qué iba a emerger la ultraderecha en ese amplio estrato social?
Por otro lado, está el riesgo de infautarse. El recuerdo de la dictadura debiera servir para extraer conclusiones acerca de la salud de la democracia, no vaya a ser que persistan algunos nefastos paralelismos incompatibles en un sistema de libertades, como la dudosa separación de poderes, la instrumentación de la Fiscalía, la gubernamentalización de los medios públicos de comunicación o la identificación del país con la posición de sus dirigentes. Un involuntario homenaje al franquismo sería hacer más cutres los actos de afirmación de la democracia que los que produjo aquella cochambre a mayor gloria del que murió en la cama.
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