Opinión | El palique

To quisqui dando su mensajito

Pones la tele y está el presidente de Murcia. Y te preguntas que qué demonios has hecho tú para tener al presidente de Murcia en tu salón. El hombre parece majo, pero uno tiene el cuerpo para fiestas, aún siendo ya el día de Nochevieja. Cuerpo para ver cantantes y humoristas. Otros humoristas. El cambio de canal no beneficia: sale el presidente de Galicia, que es alto, rubio y balbuceante. Lo vi este verano en el Parador de Cádiz, lo cual me hace ya para siempre tenerle simpatía e imaginarlo-recordarlo pugnando con un guiri en la cola de los huevos y las tortillas, que aún no presentando la necesaria fluidez, concluía casi siempre con la felicidad de portar hacia la mesa, donde ya esperaba el café y el zumo, un interesante revuelto con jamón ibérico.

Salen presidentes por la tele y salen alcaldes y concejales y aquí todo el mundo tiene un mensaje navideño que dar. En estas entrañables fiestas. Un mensaje solemne y solidario que ponga el mundo en orden. Palabras que se lleva no el viento y sí las ondas, el asesor y el realizador. Para los periódicos de la zona.

Nadie sin su mensaje, concordia efímera. Los escritores de discursos tienen un gran estrés en Navidad y eso que «del Rey abajo, ninguno» se convierte en «del Rey abajo, todos quieren dar también mensajes».

La obviedad es el alimento de la solemnidad y así, las grandes y manidas palabras fluyen de la boca de los próceres de diputaciones, mancomunidades, cabildos, ayuntamientos, gobiernos regionales o consorcios filatélicos. Todos son buenos deseos encorbatados y pronunciando en marcos incomparables que en comparación con nuestro hogar nos parecen fríos.

Aún habrá algún rezagado que dejara su mensaje para la noche de Reyes. Para meterse en el salón sin permiso y engordar las conversaciones cuñadistas. Este está más gordo, dirá alguien de pie con una copa de champán en la mano mientras mira distraídamente la tele. Pues el jamón ya estaría, replicará su interlocutor bajando el volumen de la tele, y quedando así el presidente de turno mudo y gesticulante, pareciendo que te está explicando el punto justo de horno que hay que darle al capón o lo grande que están ya sus hijos o nietos. Queridos ciudadanos.

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