Opinión | Pasado de rosca
El inevitable retroceso democrático
Lo realmente preocupante es que los votantes estemos dándonos un tiro en el pie como estúpidos froilanes al aupar a aquellos que solo quieren ejercer el poder político para incrementar su abultadísimo patrimonio

Donald Trump, en una imagen de archivo. / Europa Press
Con Donald Trump a punto de tomar posesión como presidente de Estados Unidos, ni los más expertos en el manejo de la bola de cristal adivinadora se atreven a hacer vaticinios acerca de lo que el futuro nos depara. Esa incertidumbre no obedece solo al rumbo que puede tomar la política estadounidense. Buena parte de los sistemas políticos mundiales se hallan en proceso de mutación y el caso es que no se sabe muy bien hacia dónde van, pero el rumbo no parece nada halagüeño.
La caída del Muro de Berlín trajo consigo el espejismo de que el lugar de la tiranía comunista sería ocupado por democracias más o menos homologables. Todo parecía indicarlo e incluso varios países del otro lado del Telón de Acero llegaron a incorporarse a la UE. La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha mostrado la verdadera faz de un Putin que considera que la desaparición de la Unión Soviética fue «una tragedia» que supuso el ocaso de la «Rusia histórica», y no se le escapa a nadie el afán imperialista del mandatario ruso -que tras 25 años parece perpetuarse en el poder-, además de su carácter autoritario.
Y así el panorama actual en el que dos terceras partes de la población mundial viven bajo regímenes autoritarios. Y en muchas de las democracias occidentales una parte importante de los votantes coquetea con los partidos que defienden modelos autoritarios. Especialmente entre los más jóvenes aumenta el porcentaje de los que sienten preferencia por las formaciones políticas de extrema derecha. En España, Vox cuenta con las complacencias crecientes entre los más jóvenes. Incluso en Alemania e Italia, que deberían de estar vacunados por su pasado nazi y fascista y sus consecuencias trágicas en la Segunda Guerra Mundial. La extrema derecha gobierna con Meloni en Italia mientras ascienden los neonazis de AfD en Alemania. Hungría y Austria cuentan con partidos de extrema derecha pujantes. Aquello de que el buen pueblo es sabio cuando vota hay que ponerlo en tela de juicio. Especialmente cuando el «buen pueblo» estadounidense ha permitido que acceda a la presidencia un individuo autoritario, zafio, mentiroso y con una concepción de la política que no se puede caracterizar precisamente como ‘sabia’ y sí como torpe e inquietante.
La democracia moderna, tal y como la conocíamos hasta ahora, ha sido el resultado de una evolución esperanzadora. Desde el sufragio de los inscritos hasta el sufragio universal, incluyendo el relativamente reciente sufragio femenino, ha habido un largo camino en el que las instituciones han ido afinándose y han llegado a constituir un eficaz contrapeso a la tendencia de las oligarquías a ejercer su poder en detrimento de las clases que, siguiendo la atinada caracterización marxista, no tienen otro capital que su fuerza de trabajo. La incorporación al poder político de esos oligarcas, ejemplificados por la figura del caprichoso y atrabiliario Elon Musk, de la mano de Trump limita mucho el carácter de contrapeso del poder político. El propio sistema ha puesto a Trump en la Casa Blanca rodeado de los oligarcas megamillonarios que lo acompañarán en el Gobierno. Y eso es lo realmente preocupante, que los votantes estemos dándonos un tiro en el pie como estúpidos froilanes al aupar a aquellos que solo quieren ejercer el poder político para incrementar su abultadísimo patrimonio sin importarles la suerte que podamos correr los que estamos en la base de la pirámide social.
Solo es comprensible que voten a los autoritarios quienes no han sufrido en propias carnes el zarpazo de las dictaduras, con esa estrechez vital que impide respirar. Quienes no saben el peligro que siempre corre quien cree que la represión no va con él. Quienes no han tenido que padecer la estulticia de los dictadores que prohíben todo lo mucho que desconocen. No, el pueblo no es sabio cuando vota a los autoritarios que buscan hacer retroceder a las democracias.
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