Opinión | Café con moka
Se armó el belén
Los belenes forman parte de nuestra memoria, son patrimonio de la infancia que se proyecta hacia el adulto
En el imaginario de muchos, sobre todo los que ya tenemos una edad, cuando se acerca diciembre, destacan dos recuerdos: la preparación de dulces navideños y la búsqueda de las viejas cajas guardadas para montar el belén. Y es que entre belenes andamos en mi casa, y no sólo en Navidad.
A mi hijo mayor le fascinan y, desde que tenía dos años , los colecciona, atesora y juega con deleite con ellos.
Un belén es mucho más que un montón de figuras, con o sin valor artístico. En muchas ocasiones se convierte en un puente intergeneracional, una posibilidad de descubrir historias relacionadas con los abuelos y con gustos de antaño. Una apuesta por comprender el sentido discursivo de cada escena dentro de un conjunto, que no es poco en el aprendizaje de los más pequeños. También suma el desarrollo del cuidado y el mimo: «las figuras de barro se rompen», le decimos siempre a nuestro pequeño que desde hace ya un tiempo las atiende con celo.
El belén nace en el siglo XIII en Italia, la tradición lo relaciona con la figura del Francisco de Asís. Lo maravilloso es que, desde casi sus orígenes, no sólo adornó palacios y ricas basílicas, sino casas humildes y barrios populares. Su presencia estuvo históricamente relacionada con todos los estamentos sociales y así sigue siendo. Una manifestación en la que, al igual que ocurre a veces con la música, lo más popular se funde con lo culto en maravillosa simbiosis.
Murcia es rica en tradición belenística. No es poco poder presumir de conservar uno de los belenes más bonitos e importantes del mundo como es el realizado por Salzillo. Pero fueron muchos más los que llenaban palacios e iglesias murcianas, muchos de ellos de procedencia italiana; como los exquisitos Reyes Magos conservados en el museo de Santa Clara. Es una suerte que en la feria de navidad que cada año se levanta en el paseo Alfonso X , las muestras belenísticas siempre estén presentes y nos hablen de lo viva que está esta centenaria tradición.
Varios han sido los belenes que hemos visitado en familia estos días: el de la iglesia de San José en Caravaca, la parroquial de Lorquí, el del Palacio Episcopal de Murcia, el de las Hermanas Clarisas en su maravilloso claustro y el de San Juan de Dios que la peña de la Pava erige cada año con un mimo y buen gusto impecables.
Los belenes forman parte de nuestra memoria, de nuestra historia, son patrimonio de la infancia que se proyecta hacia el adulto. En estos tiempos de prisas e inmediatez en que vivimos, os invito a montar y contemplar estas pequeñas obras de arte donde la vida late con otro aroma, quizás el del niño que fuimos.
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