Opinión | Allegro agitato

El Mesías

Hacia 1741, Händel había alcanzado gran reconocimiento: ciudadano británico desde 1727, recibía una pensión real, ostentaba el cargo de Composer of Musick y tenía erigida una estatua en unos jardines londinenses

Händel

Händel

Una de las mayores tradiciones navideñas en el ámbito musical es la de escuchar el oratorio El Mesías de Georg Friedrich Händel. Los británicos añaden otra, que es la de que el público se ponga en pie para escuchar el célebre Aleluya, imitando la reacción espontánea del rey Jorge II cuando lo escuchó por primera vez, sobrecogido por su majestuosidad. Posiblemente, durante estas fechas, lo hayan presenciado o, por lo menos, hayan tenido noticia de algún concierto. Händel compuso esta obra en 1741, con 56 años y, a pesar de ello, en un momento de transición en su carrera musical.

Había nacido en Halle, en Alemania, en 1685. Su padre le prohibió que tocara ningún instrumento musical. Según cuentan, Händel ocultó una espineta en el ático de la casa en la que tocaba por las noches. Finalmente, pudo estudiar música con Friedrich Zachow. Tras comenzar a trabajar en Halle y en Hamburgo, con sólo 21 años viajó a Italia invitado por un miembro de la familia Medici. Allí aprendió el estilo italiano y compuso cantatas, óperas y oratorios, que se estrenaron en Roma, Florencia y Venecia.

En 1710 regresó brevemente a Alemania, al servicio de Jorge de Hannover, al que pronto dejó para viajar a Londres, donde se estableció en 1712. El estilo de Händel ofrecía una síntesis del contrapunto alemán, la melodía italiana, la solemnidad francesa, a lo que sumaba la espontaneidad inglesa de Henry Purcell. Otra característica, criticada ya en su época, fue el uso y abuso de gran cantidad de préstamos, propios y ajenos, que encontramos en su música, aunque esto no desmerezca en absoluto el mérito del compositor. La principal actividad del compositor fue escribir óperas de estilo italiano. Sin embargo, hacia 1732 Händel emprendió paulatinamente el camino al mundo del oratorio. Estos eran muy similares a las óperas, pero abarataban los costes, ya que no necesitaban decorados, vestuario ni acción escénica. Estar compuestos en inglés permitía utilizar cantantes locales y no tener que recurrir a los italianos. Händel fue el primer compositor en adaptarse a los gustos del público, sin depender de los de la nobleza y los mecenas.

Hacia 1741 Händel había alcanzado alto reconocimiento: ciudadano británico desde 1727, recibía una pensión real, ostentaba el cargo de Composer of Musick y tenía erigida una estatua en unos jardines londinenses. Ese año estrenó su última ópera y abandonó el género. Durante el verano, el rico terrateniente Charles Jennens le envió un libreto con el que esperaba que el compositor superara todas sus obras anteriores. Händel terminó el oratorio, de casi tres horas de música, en apenas tres semanas. Hoy sabemos que este ritmo vertiginoso era algo habitual en el compositor. A final de año se desplazó a Dublín para ofrecer unos conciertos benéficos que se prolongaron hasta febrero de 1742. En marzo comenzaron los preparativos y el 13 de abril unas 700 personas tuvieron el privilegio de asistir al estreno del Mesías en el Great Music Hall, con un coro de dieciséis hombres y dieciséis niños, y una orquesta de proporciones similares.

El éxito alcanzado no se repitió en Londres inicialmente. Se consideraba que el tema era demasiado elevado para presentarlo en un teatro, el Covent Garden, con cantantes y actrices seglares. Como era costumbre, Händel adaptó la música en función de los efectivos disponibles. En 1750 se organizó una interpretación a beneficio del Hospital Foundling, que se repitió cada año durante el resto de su vida. Händel, que no tuvo familia y que fue muy celoso de su vida privada, también realizó obras de beneficencia para organizaciones que ayudaban a músicos pobres y a sus familias. Dirigiendo El Mesías en abril de 1759 se sintió mal y ocho días más tarde falleció en su domicilio. Fue enterrado en la abadía de Westminster, y a su funeral, que fue celebrado con honores de Estado, asistieron más de tres mil personas

Después de la muerte de Händel, El Mesías nunca ha dejado de interpretarse, aunque adaptándolo a cada momento. En 1784 se convirtió en un espectáculo de masas en unos conciertos ofrecidos en Westminster en los que participaron más de quinientos intérpretes. Durante el siglo XIX llegarían a utilizarse coros de miles de cantantes que obligaban a modificar las partes orquestales para compensar conjuntos vocales tan enormes. Otras adaptaciones eran provocadas por el cambio de los gustos del público. La más interesante, aunque innecesaria, la realizó W. A. Mozart en 1789, traducida al alemán, a petición del barón Van Swieten.

Progresivamente, muchos músicos comprendieron que había que regresar a los orígenes. Las interpretaciones multitudinarias obligaban a velocidades más lentas y la vuelta a conjuntos reducidos permitió que se agilizara la interpretación. Sería a partir de mediados del siglo XX cuando se volvería a recrear el Mesías tal cual fue concebido, especialmente con las grabaciones de especialistas en música antigua como Hogwood (1979) y Eliot Gardiner (1982).

De todas formas, hay un consenso de que nunca escucharemos una versión definitiva del Mesías. Dependerá de las circunstancias que se elija un formato u otro: grupos historicistas, orquestas y coros convencionales o, incluso, grandes interpretaciones con coros participativos. Debemos verlo como algo casi normal, porque fue así desde los tiempos del propio compositor. Si todavía no ha tenido ocasión, aproveche para escuchar esta obra monumental. n

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