Opinión | Las fuerzas del mal

Hablemos de sexo

Que a mis cincuenta años tenga que discutir con gente de veintimuchos sobre el uso del condón me hace preguntarme si la campaña 'Póntelo, pónselo' no debería recuperarse

Un momento de la protesta por el Checkpoint del VIH.

Un momento de la protesta por el Checkpoint del VIH. / Juan Carlos Caval

Tengo la suerte de haber establecido con mi médico de cabecera un acuerdo fundamental basado en una sola mentira. La mentira es que yo le prometo que voy a cuidar el colesterol. El acuerdo fundamental es que, cada seis meses, me hago un análisis completo de todo y sé por dónde van los tiros. Procuro no darle mucho follón a Emilia. Sé lo ocupada que está y, como esta es una revisión rutinaria, intento que se salde con un par de mensajes y, quizás, una visita no muy larga o una conversación por teléfono. Cuantos más años cumplo, más cosas se añaden. El colon y la próstata han sido los dos últimos cromos del álbum Panini, pero desde siempre, desde el principio, desde que alguien me llamó por teléfono diciéndome que tenía VIH y que no habíamos hecho las cosas correctamente entre las sábanas —lo que era cierto—, el test de infecciones de transmisión sexual está ahí, como un reloj.

Escribir sobre esto es un poco incómodo. Y no debería serlo. Soy una persona soltera con una vida sexual activa, pero parece que, si dices eso, y eres gay o mujer, tienes que señalar el pantone exacto de las cincuenta sombras de Grey en el que te encuentras. Vamos a decir, para los curiosos, que mi gris de Grey es el gris formalito. Yo hasta diría que prudente. Intento que quien comparta conmigo sus sábanas, o las mías, lo haga con ternura y confianza. No mucho más, salvo lo hablado o lo intuido.

Con los años he aprendido que hay determinadas cosas que tengo que hablar antes que dejarlas a la adivinación. Una de ellas es el uso del condón. Que a mis cincuenta años tenga que discutir con gente de veintimuchos o de treintaypocos sobre el uso del profiláctico me hace preguntarme si la campaña tan básica del «Póntelo, pónselo», tan efectiva también, no debería recuperarse. Me parece alarmante eso y me parece alarmante alarmarme, lo que me señala ya con una cierta edad.

Lo que debería alarmarme es que muchas personas no saben a dónde ir o qué hacer en caso de haber tenido una relación con prácticas de riesgo. Esto debería hablarse en las aulas; es un tema de salud, por más que algunos clamen que es cuestión de los padres. Los padres, generalmente, tienen poca idea de esto y, cuando la tienen, la mayoría de las veces no es la mejor para ser la única educación que reciban sus hijos. Lo siento, por mucho pin parental que usen. Y cuando sucede una ITS, pueden tener la buena suerte de encontrarse con médicos como Emilia, o la mala suerte de encontrarse con médicos que tienen una opinión sobre cómo deberías vivir tu vida, más allá de si usas o no un condón.

Deberíamos poder hablar de sexo sin hacer que la persona que lo haga se avergüence ni un poco, y una persona que tiene una ITS debería saber que puede acceder a un servicio rápido, anónimo y comprensivo para solucionar su problema, independientemente de si tiene tarjeta sanitaria o no. Porque a los inmigrantes irregulares también les gusta el sexo. Podríamos poner un servicio así en las principales ciudades de la Región, que no necesitara una cita previa y llamarlo ‘Check Point’.

Ah, no, espera. Que eso ya existía y se lo han cargado. Parece que la política en salud sexual en la Región de Murcia es el silencio. Quizás con eso cambien las cifras de diagnóstico, pero lo que no van a evitar es que aumenten los contagios.

Si vemos la historia, sabemos que el silencio es siempre peor.

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