Opinión | Noticias del Antropoceno
Los miedos que explican a Trump
A principios de este siglo, los americanos que se definían como de raza blanca (el censo estadounidense es muy confuso definiendo términos raciales, sobre todo en lo que atañe a los negros de cultura hispana) eran casi el 70% de la población, una mayoría reforzada desde cualquier punto de vista. En 2020 suponían menos del 60%, una caída espectacular en proporción.
Pero para intentar comprender a los ciudadanos estadounidenses que votarán hoy por Donald Trump (yo lo intento, aunque me resulte muy complicado) hay que introducir otro factor muy relevante y es que un gran porcentaje de esos americanos blancos carecen de estudios superiores.
En esa parte de la población, que vive desproporcionadamente en los Estados del interior del territorio, conocido como Medio Oeste, es donde el trumpismo ha enraizado con una fuerza no vista hasta ahora en ninguna facción política.
Junto con los americanos más ricos -que ven a Trump como uno de los suyos-, conforman una minoría de electores, pero con suficiente poder para otorgar la presidencia a alguien que casi seguro perderá en votos populares, pero probablemente ganará en votos electorales (que son los que cuentan)
La incógnita que mantiene permanentemente confundida a cualquiera que viva fuera de Estados Unidos es cómo una parte de la población, mayormente desfavorecida y pueblerina, puede dar su apoyo ferviente a un rico promotor inmobiliario neoyorquino. Y la única explicación es que la demagogia de Trump les ha convencido de que él comparte sus miedos y es el único capaz de ponerles solución.
Miedo a que las minorías raciales supongan la mayoría de la población gracias a la inmigración constante y a su mayor tasa de natalidad. Ese miedo se une al de perder su identidad cultural, manifiesta en la descristianización de la sociedad y el ascenso de posiciones liberales en cuanto a la definición de géneros y el sexo en general. Y miedo, finalmente, a que la globalización y la permisividad en las fronteras les arrebate sus puestos de trabajo.
Una parte considerable del electorado americano está convencido que a su país le irá mejor con el nacionalismo populista de Trump. Lo contrario que para ellos espera el resto del mundo Occidental.
A este lado del Atlántico contemplamos con desolación la perspectiva de una civilización basada en los derechos individuales sin el liderazgo del país que ha contribuido como ninguno a su construcción en los últimos cien años.
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