Opinión | Las trébedes

Parece mentira

Parece mentira que el 90% de nuestros menores accede a pornografía en internet. Y que, según el Ministerio de Igualdad, el 70% vio porno por primera vez por casualidad

Leonard Beard.

Leonard Beard.

No hay posibilidad de conocimiento sin capacidad de asombro. Una forma popular, sencilla y hermosa de expresar el asombro es esa, «parece mentira», que manifiesta nuestra dificultad para aceptar verdades incómodas o inaceptables pero inexcusables. No siempre el asombro lleva al conocimiento, es verdad, o a la acción. A menudo se agota en sí mismo, aunque asombrarse es más que no enterarse y puede ser un primer paso hacia la búsqueda del conocimiento o de la acción. Veamos algunas verdades que parecen mentira.

Parece mentira que la humanidad haya tardado tanto en poner ruedas a las maletas y en tender la ropa en perchas. O el tiempo que ha pasado desde que fuiste a la universidad, o a la peluquería (o cada uno sabrá a dónde). Que no consigas cumplir tus buenos propósitos de enmienda. Que te sorprendas haciendo o diciendo exactamente eso que tanto odiabas ver en tus progenitores. Que hayas podido considerar ‘amigas’ a ciertas personas. Que ni siquiera gente mayor y con mucha formación se pregunte el porqué de ciertas cosas. Que personajes ridículos, incultos y soeces fascinen a millones de personas hasta el punto de obtener el poder o de mantenerse en él. Que te siga exasperando el ínfimo nivel del debate en el Parlamento español

También parece mentira que el 90% de nuestros menores accede a pornografía en internet. Y que, según el Ministerio de Igualdad, el 70% vio porno por primera vez por casualidad. Que el 90% de los padres crean que sus hijos e hijas no ven porno. Si bien no hay estudios que relacionen agresiones sexuales de menores con el acceso a la pornografía, las cifras sí registran un incremento de estas conductas en menores. Espinosos problemas y acuciante necesidad de afrontarlos con algo más que una campaña bienintencionada y un poco cursi.

Que más de medio siglo después de la supuesta conquista de la sexualidad femenina por las mujeres siga habiendo una enorme cantidad de féminas jóvenes, hijas y nietas de aquellas luchadoras que desafiaron convenciones, que aceptan prácticas que no desean o que les desagradan solo por agradar a sus parejas sexuales masculinas, incluso prescindiendo de su placer propio. Parece mentira también que no se mida esto.

El aumento de casos de infecciones de transmisión sexual, ITS, registrado por el estudio más reciente del Instituto de Salud Carlos III alarma a los profesionales sanitarios y afecta especialmente a los más jóvenes. En la era de la libertad sexual, de la alfabetización total y del libre acceso a la información, parece mentira.

Que sea tan difícil hacer realidad algo tan obvio, lo que nos está enseñando el testimonio y la dignidad de Gisèle Pelicot, «que la vergüenza cambie de bando», que sean ellos los que sientan vergüenza, la vergüenza de ser agresores o abusadores. Aparte de la enorme presión social sobre todas las mujeres víctimas para que se aguanten en silencio, asombra la capacidad seductora de algunos hombres sobre algunas mujeres, que hace que continúen con ellos tras sufrir y ser conscientes de muestras o manifestaciones de abuso. Tal vez haya alguna forma de conseguir que estos varones (tantos) sepan detectar y asumir que abusan y que las mujeres sepamos librarnos de ellos. Parece mentira que no la estemos buscando y que sigamos guardando silencio.

Y que acabe este artículo sin haber mencionado el repugnante y vergonzoso ridículo de unas políticas que, en lugar de arremangarse de verdad para hacer imposible que siga pasando eso y dejar sus cargos por sus errores, creen que merecen el perdón y que su conducta queda justificada diciendo públicamente lo que es obvio y no las justifica en absoluto: «reconocemos contritas que no hicimos lo suficiente; tengan en cuenta en nuestro descargo que el tuit desapareció y el abusador asqueroso minimizó la gravedad de su conducta cuando le preguntamos». Cualquiera diría que se acaban de caer del nido. Parece mentira.

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