Opinión | Salud y Rock 'n' roll

Una profunda tristeza, decepción y rabia

Se nos llena la boca de hablar de las víctimas, pero es una hipocresía. Es el momento de hacer autocrítica, de darnos cuenta de que estamos fallando todos, los políticos y la sociedad

Íñigo Errejón, durante un pleno del Congreso de los Diputados.

Íñigo Errejón, durante un pleno del Congreso de los Diputados. / Rodrigo Jiménez / EFE

Siento una profunda tristeza, decepción y rabia. Me siento estafada y desde el jueves no tengo palabras. No sé si seré capaz de hacerme entender en esta columna tras lo ocurrido en los últimos días con Íñigo Errejón, pero quizás ponga palabras a lo que muchas sentimos.

Creo que ha sido un buen político, un gran orador en la tribuna del Congreso de los Diputados, sus ideas tras salir de Podemos y el espacio político que ocupó captaron la atención de muchos, entre los que me encuentro. Nos devolvió la ilusión, creíamos en su manera de entender la política. Considerado un traidor al que no le perdonarán jamás la fractura y posterior marcha de Podemos, para otros se convirtió en alguien que centró el discurso en las políticas de los cuidados, se aisló de la crispación y habló de lo importante: mejorar la vida de la gente. Muchos pensábamos, incluso, que ante la caída en picado de Sumar y el paso atrás de Yolanda Díaz, él podía ser uno de los que liderarán la formación y consiguiera remontar los últimos resultados electorales.

El pasado jueves, al leer su comunicado, lo primero que pensé es que otro de los buenos se iba, no aguantaba más y lo entendí, le escribí un tuit, dándole las gracias por su implicación política y que para mí había sido un placer haber coincidido con él. Pasaron unos minutos y todo saltó por los aires, leí las informaciones en torno a posibles agresiones sexuales por su parte y me quedé muda, no daba crédito. Tras los testimonios que fueron apareciendo y la denuncia presentada por una de las víctimas, volví a leer el comunicado y empecé a entender. No borré mi tuit, no he querido hacerlo, estoy aquí para explicar y contar cómo me siento y creo que quizás hablo por muchas personas que, como yo, nos sentimos traicionadas. Alguien en quien confié y a quién creí, me ha defraudado. La gravedad de sus actos, su comportamiento y actitudes me han dejado una profunda tristeza y decepción. Ojalá en vez de ese comunicado oscuro, con un toque de víctima, hubiera sido capaz de escribir una declaración asumiendo sus agresiones, pidiendo perdón, dando la cara y siendo coherente con las políticas feministas que tanto ha defendido. Espero que, cuanto antes, se siente a dar explicaciones, asuma públicamente el daño causado y pida perdón.

Y por si no teníamos suficiente, a las horas de hacerse públicas las informaciones sobre las agresiones sexuales, todo el mundo comenta que se sabía; la prensa y la clase política conocía de las prácticas del exportavoz parlamentario de Sumar. Yo lo desconocía, y la hostia de realidad que me he llevado ha sido de dimensiones bíblicas. El poder lleva a los hombres a sentirse por encima del bien y del mal y a considerar que todo lo que desean lo pueden tener. Los abusos, agresiones y demás comportamientos machistas se llevan tapando demasiados años, todos callan y miran para otro lado. Entiendo que las víctimas no hablen; las redes sociales, los medios de comunicación y los adversarios políticos ante lo sucedido salen como buitres a la carroña, es asqueroso leer los comentarios y chistes de unos y otros. Se nos llena la boca de hablar de las víctimas, pero es una hipocresía. Es el momento de hacer autocrítica, de darnos cuenta de que estamos fallando todos, los políticos y la sociedad. Es urgente que haya un pacto de Estado contra las violencias machistas, que los partidos políticos trabajen desde dentro para convertir sus organizaciones en lugares seguros. Dejen de gritar y protéjannos.

Llevo semanas queriendo tirar la toalla, pensando que la política está perdida, y después de lo ocurrido en los últimos días, más aún. Los problemas de la vivienda, la financiación autonómica... han desaparecido, lo que viene por delante es mucho ruido y violencia verbal por parte de la clase política, no me cabe duda. Sumar en caída libre, y tras lo ocurrido no creo que sobreviva. El PSOE rodeado de corrupción y descrédito, con un presidente del Gobierno que cada vez me recuerda más a Aznar en su última legislatura. Y una derecha y extrema derecha que va a exprimir este escándalo de violencia machista sin pudor, sacando toda la artillería contra la izquierda. 

Insoportable.

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