Opinión | Premio Anagrama de Ensayo

La felicidad era esto

La escritora murciana Lola López Mondéjar ha obtenido el Premio Anagrama de Ensayo por su libro 'Sin relato. Atrofia de la capacidad narrativa y crisis de la subjetividad', que hoy se pone a la venta. La Opinión compartió con la autora la entrega del galardón en un ambiente íntimo de celebración y alegría

Silvia Obiols, responsable de Ensayo de Anagrama; Patricio Hernández; el autor del artículo; Lola López Mondéjar, y la directora de la editorial, Silvia Sesé. | LA OPINIÓN

Silvia Obiols, responsable de Ensayo de Anagrama; Patricio Hernández; el autor del artículo; Lola López Mondéjar, y la directora de la editorial, Silvia Sesé. | LA OPINIÓN

Una camisa blanca de seda, un chalequito negro en una de cuyas solapas luce una pegatina de solidaridad con Gaza («antes de nada, hemos de reivindicar la paz», diría en su intervención), un pantalón amplio a juego y una corbata amarilla, descolgada. Annie Hall con el pelo blanco, en persona. Así es ella, expresiva, desenvuelta, torrencial. Y el pasado lunes, dichosa a más no poder, viviendo algo así como un día muy feliz. No dijo que era el día más feliz de su vida, sino «sé que un día como este no se repetirá». Y para qué, si ya está vivido.

Estamos en el hotel Condes de Barcelona, en plena milla de oro, Paseo de Gracia, de esa ciudad, y se suceden las entrevistas (TVE, TV3...) y las poses para las fotos. Una veintena de periodistas, entre los que se cuentan los popes catalanes del mundo literario (Alex Salmon, El Periódico; Sergio Vila-Sanjuán, La Vanguardia...), y la plana mayor de la editorial Anagrama, con Silvia Sesé al frente de su elenco. Todos escuchan atentamente a Lola cuando dicta una paradójica síntesis del contenido de su libro; paradójica porque, siendo su título «Sin relato», la autora tiene relato para dar y regalar.

La intervención, extensa, intensa, pero como es habitual en ella, sugerente, brillante, dispara un animado coloquio, y en esas pinceladas, si algo aparece claro, es que Lola ha tocado fibra, es decir, ha abordado El Tema, con todas sus extensiones, sin escaquearse de las más incómodas. La cuestión de nuestro tiempo: la incomunicación en el tiempo de la hipercomunicación, el nuevo analfabetismo generado por los procesos inducidos de alineación, que conducen a la anielación. La portada del libro, bellísima, un loro dorado sobre fondo negro, es el mensaje.

Mientras la escucho recuerdo cuando la conocí, allá por los finales de los 70 del siglo del que venimos. Llevaba en la mano un libro de Baudrillard (bautizado Ladrillard por un amigo común, Pepe Lormiga, una ironía más respetuosa de lo que parece sobre el filósofo, pero contra la moda que lo encumbró en su momento, como ahora ocurre, por ejemplo, con Byung-Chul Han). A lo que voy es a que Baudrillard publicaba en la colección Argumentos de Anagrama, la misma que desde hoy pone a la venta el libro de Lola con el marchamo del Premio de Ensayo de la editorial. Largo camino el que lleva desde tu educación intelectual en una editorial fetiche a recibir de ella, al cabo, su premio más simbólico.

Era por esto por lo que Lola irradiaba felicidad al recibirlo. Hay muchos premios, pero ninguno como el de esa editorial de la que comprábamos los libros sin mirar el título ni el autor porque casi sin excepción nos transportaban muy lejos. Ahora es Lola la que está en ese catálogo, con una aureola sobresaliente, como si fuera lo más natural del mundo, y no lo es. Dado que su trayectoria como ensayista y novelista es muy exitosa, le advertí: «No te lo tomes como algo natural, como un paso más». Al revés que el esclavo que advertía a los emperadores romanos de que eran mortales, quise decirle que lo disfrutara de verdad, que se lo creyera, porque no hay mayor maravilla que cumplir un sueño ni siquiera soñado.

He hablado de la felicidad de Lola, pero a su alrededor detecté ese mismo sentimiento compartido. Su agente literaria, Silvia Bastos, que además de los de ella gestiona los intereses de otros cien o más autores, me decía: «Con muchos tengo un trato profesional, pero con Lola es pasión». Lo demostraba a cada instante comentando que los asuntos del libro la atenían muy personalmente. Y su editora de la colección de Ensayo, Isabel Obiols, hasta me pidió un cigarro: «Hace tiempo que dejé de fumar, pero la ocasión lo requiere». Silvia Sesé, que lo quiera ella o no, es una figura poderosa de la industria editorial, se mostraba relajada y contenta, como una más de su troupe de mujeres: Anagrama, que fue fundada por una figura masculina muy rotunda, Jorge Herralde, es hoy, y antes también con él, un gineceo. Uno, por sus intereses de lector, se pegó a la responsable de prensa, Pepi Bauló, que es quien regala libros, no sé si con la esperanza de que los leas o de que los reseñes. Deduje que el de Lola participaba de sus dos deseos. Con la directora, Sesé, hablé de los autores murcianos de la editorial, y saqué muy buenas conclusiones, a pesar de su lógica discreción.

Tras la rueda de prensa, subimos al ático del hotel, pues había que regar la celebración con un cóctel tan sencillo como exquisito e inagotable, con la Sagrada Familia y sus no menos sagradas grúas al fondo. Mencionaré solo, por economía de espacio, las zamburiñas, el canelón de ternera con trufa o la ternera guisada con salsa de boniato, más los vinos indescriptibles. Los premios Anagrama no son el derroche del Planeta, pero son preferibles por salud literaria y gastronómica.

Por cierto que el otro premio de la editorial, el Herralde de Novela, perteneció en su última edición a otro autor murciano, Luis López Carrasco («El desierto blanco»), y van dos, un escritor que aparece citado en el libro de Lola y sobre el que ella me venía advirtiendo desde hace años. Porque Lola es, sobre todo, generosa con el talento ajeno. Qué diferencia.

Por cierto otra vez: el antecedente murciano del Premio Anagrama de Ensayo es Antonio Campillo, que allá por los últimos años 80 quedó finalista con su libro «Adiós al progreso». Es amigo íntimo de Lola y su pareja, Patricio Hernández, con quien se ha sucedido en la presidencia del Foro Ciudadano, uno de los colectivos más combativos de la izquierda en la Región de Murcia.

A propósito, habrá que mencionar a Patricio. Supongo que nunca se quejará del 2024, año en que se jubiló como uno de los mejores y más creativos gestores culturales de la Región, celebrado por todos, y al que se le añadieron otras emociones. Al comienzo del año celebró con Lola la concesión de un César, que se dice pronto, para su hija, Gala, por la Academia Francesa de Cine, y el pasado lunes compartía con su santa esposa la alegría por el Premio Anagrama de Ensayo. Dice: «Estas dos mujeres, que son las más importantes de mi vida, me están dando un año que no podré olvidar jamás». Y lo que vendrá.

A la vuelta a Murcia, en el Euromed, mientras compartíamos unos bocatas, Lola esperaba un mensaje, aunque lo disimulara, entre los infinitos que se sucedían en su móvil y en las redes. Y llegó el de su hija, Gala, quien no sabía nada del premio hasta que la noticia le llegó por la prensa digital: «Te quiero mucho, mámá». ¿Habrá un whatsapp más maravilloso?

Hay una manera de ser feliz que consiste en compartir la felicidad de quienes se lo merecen. Aunque sepamos de antemano que todo se lo acaba llevando el viento.

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