Opinión | Cartagena D.F.

Los ‘fakes’ nos harán libres

Pretender acabar con los ‘fakes’ o con los bulos es como anunciar la quimera de acabar con las mentiras de un mundo cada vez más mentiroso y cada vez más peligroso, ¿pero han pensado en cómo sería una vida sin mentiras?

EFE/Kai Försterling

EFE/Kai Försterling

El maremágnum de la actualidad sería insoportable si no fuera porque estamos completamente adormecidos, como bajo el influjo de una droga que se cuece en realidades paralelas, hechas a la medida de nuestra ignorancia, permisividad e inmovilismo.

Asistimos al espectáculo de un fraude electoral, reconociendo a un presidente electo huido de su país para alimentar nuestra enemistad interna, que se encargan de nutrir con nuestra ración de «y tú más» de cada día.

Presenciamos explosiones mortales de dispositivos similares a los que cada uno de nosotros llevamos en nuestros bolsillos, como si fueran episodios del thriller de moda, mientras tocamos nuestros aparatos para asegurarnos de que todo va bien, sin percatarnos de que, en realidad, se han convertido en auténticas bombas que nos siguen y vigilan a cada paso, y atentan directamente contra nuestra intimidad y nuestras libertades, disfrazadas de algoritmos que solo entienden quienes los crean para controlarnos.

No me he vuelto paranoico de repente, pero no puede ser que el debate nacional sea si somos de Motos o de Broncano. Cuando quieren, y lo permitimos, transforman nuestra democracia en un control del poder a los medios, en lugar de lo contrario. La libertad de expresión conlleva la libertad de leer, escuchar o decir lo que queramos, en casa, en la calle, en periódicos o en las redes, y ya hace tiempo que se establecieron los límites razonados y razonables. No digo que no sean revisables y se actualicen, pero sí dudo de que el Gobierno de turno sea el idóneo para hacerlo, erigiéndose en salvador de la humanidad, aunque solo de la que piensa como ellos y diga lo que ellos estimen conveniente que se puede o no decir.

Los ‘fakes’ o bulos, la eufemística forma de no hablar de mentiras, han existido siempre. Seguramente, las señales de humo o las palomas mensajeras fueron las primeras embusteras, pero hemos sobrevivido a tanta falsedad y a tanto impostor. Y seguiremos haciéndolo. Sobre todo si quienes señalan a los troles y los troleros son los primeros farsantes que nos quieren hacer ver la realidad solo como ellos la miran, despreciando que existen múltiples formas de ver y de ser.

Tan o más despreciable como mentirnos a la cara es tomarnos por tontos y tergiversar lo que ocurre para buscar apoyos, aplausos y votos. Dejen que cite unas palabras de Jesús recogidas en el evangelio de San Juan: «Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos. Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Dios me libre de ninguna intención de ser blasfemo, pero solo la propia divinidad o quien está endiosado se considera en posesión de la única verdad, aunque las intenciones del primero y del segundo son bien distintas. Controlar que los mensajes sean claros, objetivos y fiables es lícito si la finalidad es el beneficio común, pero no de palabra, sino de hecho. Las sociedades democráticas regulan sus libertades, pero no las merman, porque dejan de ser democráticas. Nuestra libertad y la de los demás no está exenta de riesgos de escoger vías enrevesadas, retorcidas y malignas, que siempre estarán abiertas, porque cada cual tiene la llave para cerrarlas o colarse por ellas.

Pretender acabar con los ‘fakes’ o con los bulos es como anunciar la quimera de acabar con las mentiras de un mundo cada vez más mentiroso y cada vez más peligroso, ¿pero han pensado en cómo sería una vida sin mentiras? No me atrevo a interpretar el mensaje de Jesús, pero sí creo que el siglo XXI está repleto de falsos profetas que solo buscan confundirnos. Cada uno de nosotros debemos analizar, reflexionar y ser críticos ante la avalancha de informaciones contradictorias. No necesitamos guías interesados ni maestros de la manipulación que elijan la verdad por nosotros de entre tanto ‘fake’ y tanto bulo.

Afortunadamente, pienso que si no nos extinguimos como especie, es porque aún son muchos los humanos que encuentran la verdad en las personas y en trabajar por un mundo mejor. Por más que les cueste ser noticia, que tampoco lo pretenden, me quito el sombrero ante iniciativas tan sencillas y entrañables como la puesta en marcha por la Fundación FADE en Cartagena para combatir la soledad no deseada. Se trata de acompañar al cine a mayores que viven solos y no tienen a nadie a quien ‘engañar’. Como me dijo ayer un buen amigo, todo sería mejor si nos olvidáramos de tanta ‘story’, ‘reel’ y ‘post’ y fuéramos capaces de mirarnos más a la cara, aunque sea para contarnos mentiras, tralará. 

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