Opinión | La balanza inmóvil

Retos

Perelló ya dejó bien claro que el Poder Judicial es independiente del Ejecutivo y del Legislativo. Defensa de la independencia judicial, que era necesaria, visto como algún político dicta sentencia antes que los jueces

La nueva presidenta del Tribunal Supremo y del CGPJ, Isabel Perelló, jura su cargo ante el rey Felipe VI.

La nueva presidenta del Tribunal Supremo y del CGPJ, Isabel Perelló, jura su cargo ante el rey Felipe VI. / Marta Fernández Jara/Europa Press

«Quien entra de papa, sale de cardenal». Norma no escrita en los cónclaves vaticanos para sentarse en la silla de Pedro. 

Eso mismo ha sucedido en el Consejo General del Poder Judicial. Tras varias reuniones, no se logró elegir presidente/a -más presidenta que presidente- entre los seleccionados, tanto por conservadores como por progresistas. Se reúnen, finalmente, ‘a porta gayola’, pues faltaban dos días para la apertura del año judicial, y eligen a quien no entró como papa. Una progresista con los votos de los conservadores. Eso sí que es democracia. Igual, o más, que cuando se reúnen a comer las nuevas parejas con los ex y los hijos de unos y otros. Hay algo en común respecto a la nueva presidenta del Consejo General del Poder Judicial, y por ende del Tribunal Supremo, y es que todo el mundo habla bien de ella. Excelente profesional, demostrado en sus resoluciones de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Supremo. Progresista, pero no extremista; feminista, pero no extasiada. 

En fin, buena presidenta que, en su discurso de apertura, ya dejó bien claro que el Poder Judicial es independiente del Ejecutivo y del Legislativo. Defensa de la independencia judicial, que era necesaria, visto como algún político dicta sentencia antes que los jueces. Me alegro mucho que haya sido elegida por sus méritos y no por su sexo, ni por sus ideas particulares. La contrapartida la dio, una vez más, el fiscal general del Estado, arremetiendo contra la «perturbadora acusación particular». Pero no piensen ustedes que es por lo de la mujer y el hermano del presidente del Gobierno, sino que fue por propia e independiente opinión. Lo curioso es que a su lado estaba sentado el mismo magistrado que, de un momento a otro, lo va a investigar por las filtraciones sobre el novio de Ayuso.

Volviendo a la nueva presidenta, le aguarda una enorme tarea, con todos los años de paralización del Consejo por falta de acuerdos entre PSOE Y PP para su renovación. Entre los retos más inmediatos son: el que se determine de una forma independiente la elección de los vocales del Consejo por los propios jueces, y no como ahora, por los políticos; también, los más de cien nombramientos pendientes en las cúpulas judiciales; e informar sobre la reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, para que sean los fiscales los que investiguen las causas penales, y no los jueces, como sucede en las películas y en la mayoría de las democracias. Supongo que el informe favorable estará supeditado al cambio del Estatuto Fiscal, para que no sean dependientes, y así, el enamorado no pueda decir más «¿Quién nombra al fiscal general del Estado?», pues eso. Consensuar también el sustituto del presidente de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo será otra de sus misiones o retos. Finalmente, desde Rubiales -por el beso a Hermoso-, Boye -abogado de Puigdemont-, investigado por blanqueo de capitales, pasando por las querellas al juez Peinado y los recursos contra su investigación, van a ser la comidilla social y jurídica en este principio de año judicial.

Y hablando de tribunales, lo del Constitucional es de traca. Por esa demostrada democracia compartieron aire no solo Marchena con García Ortiz, e Isabel Perelló con Bolaños, sino también Llarena con Conde Pumpido, con la ley de amnistía en el alambre. Eso sin olvidar que también deberá resolver los recursos contra la financiación singular a Cataluña. Jamás entenderé que alguien esté de acuerdo con Sánchez si no eres vasco o catalán. Y no digo PSOE, porque sus principios de solidaridad no son los que su actual jefe está respetando. El no va más es que ha dicho que gobernará con o sin el Poder Legislativo. ¿Quién dijo «el Estado soy yo»?

Esa solidaridad y la igualdad ante la ley de los ciudadanos y las comunidades autónomas, dan la impresión de que ha saltado por los aires, con esa nueva concesión a los catalanes a cambio que hicieran a Illa presidente de la Generalitat. Es decir, una vez más prima el beneficio particular sobre el general. Aunque reconozco que para que sea president un independentista, prefiero a Illa, que al menos es prudente. Como lo prueba el hecho de que el jefe del Estado pueda ir a Cataluña cuando quiera (recuerden cuando se le prohibió ir a la entrega de despachos, en la Escuela Judicial) sin que lo ninguneen. 

Por último, y más importante, después de mucho tiempo, la bandera de España preside los despachos y actos oficiales en Catalunya. Gracias Illa, por tener cabeza. 

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