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Opinión | Gárgolas

Josep Maria Fonalleras

No los subestiméis

Los profesores son uno de los pocos diques que tenemos a mano contra la barbarie

Escena de la película ‘Sala de profesores’.

Escena de la película ‘Sala de profesores’. / A Contracorriente Films

Una de las escenas más sobrecogedoras de Sala de profesores, la película alemana que triunfó el año pasado y que fue finalista de los Óscar, es la llegada al aula de Carla Nowak, el personaje que interpreta la inmensa Leonie Benesch, poco después de una de las turbulencias que sufre en el instituto. Los chicos y chicas que ella trataba con respeto y consideración, y que animaba con una tonada plácida y estimulante al inicio de las clases, se rebelan y dicen lo que de verdad piensan de aquella pedagogía amable. Ya nadie la canta, y uno de los chicos dice: «Estamos hartos de esta cancioncilla; es una tontería infantil». El entusiasmo casi naíf con el que afrontaba su trabajo de profesora se rompe en mil pedazos. Ha bajado a los infiernos de los alumnos, que cuestionan su forma de ser y de actuar. Y también ha conocido la miseria moral de muchos de los compañeros que la rodean, incapaces de ir más allá de la burocracia y de la frialdad.

He pensado en ello, estos días que empieza un nuevo curso. Estoy convencido, aún, de que es la fecha más importante del año. No solo del año académico, sino de todo el año natural, porque contiene, este primer día, la semilla simbólica de la educación como síntoma de civilidad

Pero no soy ingenuo y conozco los obstáculos y preocupaciones de maestros y profesores: la desprotección, el desbarajuste ante la falta de planificación de la administración, la crisis en la que vive el sistema, la lucha constante, en primera línea de fuego, en situaciones dramáticas. En un instituto privado inglés han sustituido a los profesores por una IA. «Son buenos», ha dicho el responsable, «pero no infalibles». Gracias a Dios que no lo son. Pero están allí donde deben estar, un día como hoy, todo el año. Las únicas materias que la IA no impartirá son arte y educación sexual. Es decir: la mirada y la empatía. Ya lo dijo Tim Walz, el candidato demócrata a la vicepresidencia de Estados Unidos: «Nunca subestiméis a un profesor de escuela pública». Pensad que no son infalibles, solo son uno de los pocos diques que tenemos a mano contra la barbarie. 

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