Opinión | Un rayo de sol

Pablo Ballesta

Ya no quedan caballeros

Hubo una escena de la peli que me hizo gruñir; gruñir, algo que ya está siendo demasiado habitual. Un señor y una joven, de noche, por la calle llegan a un portal, el de la casa de él, se despiden y ella se va, calle abajo.

Mi gruñido fue: «Será capullo que se mete en su casa y la deja sola». «Los tiempos cambian, Ballesta». Por supuesto, seguí gruñendo un buen rato. Ya no quedamos caballeros y menos desde de que murió el Fary.

Los tiempos cambian, faltaría más, pero hay cosas invariables, verbigracia, los malos. Que todas tienen derecho a llegar solas y borrachas a sus casas no seré yo el que ponga ningún impedimento, hagan ustedes lo que les salga del potorro, pero no crean que los malos van a dejar de existir por mucho esfuerzo que pongan en reivindicar su derecho a la soledad y la embriaguez.

Los tiempos cambian, pero, buen hombre, acompáñala a su casa y tú déjate acompañar, que vale que no debería ser así, pero lo es, lo fue y será, que la maldad humana habita entre nosotros, por mucho buen rollo que queramos difundir. Lo mismo el acompañante es un primaveras, pero el malo no lo sabe y se lo piensa antes de darte un disgusto; si vas sola no se lo piensa, y ebria ni te cuento.

Y el aludido capullo, seguro que se queda con la conciencia tranquila, olé sus cojones, ni un poco de inquietud, buenas noches y adiós, a tu casa que se hace tarde, que yo ya estoy en la mía. Yo acompaño hasta la puerta y lo mismo me espero a que me mandes un beso asomándote a la ventana, me aseguro que has llegado arriba, así ya me puedo ir tranquilo a tomarme la penúltima.

Seguiré refunfuñando, es lo que me queda con tanto tiempo cambiante.

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