Opinión | El retrovisor
Sex Machine
"En el hotel Berlín de Torrevieja; en el Montepiedra de Cabo Roig; en el Club de Regatas de Santiago de la Ribera..."
Bailar es una de las actividades más practicadas en el verano, sobre todo en el litoral, aunque antaño, en la Murcia de siempre, fueron significados los bailes del Club Remo y las verbenas del Murcia Parque.
En la costa murciana y su continuación en la de Orihuela, igualmente preferida por las gentes de Murcia, y desde Águilas hasta Guardamar, bailar era la diversión más practicada por matrimonios y parejas de enamorados en los fines de semana estivales. Bailes en los que se lucía el ansiado bronceado. Los colores claros, como el blanco en ellas y ellos, acentuaba el moreno rojizo adquirido en horas de sol y playa.
Noches de baile a la luz de la luna en cenas románticas en las que el menú era lo de menos y servían para agradar a ellas vestidas con sus más vistosos modelos. Los ritmos venían marcados por las modas: rock, twist, madison, merengue, boleros.
Bailes en el hotel Berlín de Torrevieja, en Cabo Roig, en el restaurante Montepiedra, en el Club de Regatas de Santiago de la Ribera son ejemplo de aquellos bailes veraniegos.
Un hito en la costa oriolano-murciana fue la inauguración de la discoteca Xairo en la verde Dehesa de Campoamor, la que dio al traste a los bailes de fin de semana. Desde entonces, y como los hongos, surgieron discotecas por doquier. Corría el año 1971 cuando se inauguraba la citada discoteca como aliciente de ocio, para los veraneantes de la urbanización, que ya podrían bailar a diario.
Su director, Cristian Puig, y su inseparable Gerard supieron aglutinar los gustos de la época logrando un gran éxito de público. Al año siguiente, Curro Ruiz del Portal abría en Torrevieja, su primera discoteca Keeper de proyección nacional. Desde entonces todo cambió, y la juventud se daba cita a diario en las pistas de baile discotequeras. Primerizos DJs como el gran Tomás en Xairo o Luis Ruiz del Portal, seleccionaban la música más actual, desde el pop hasta las baladas más tiernas tan del gusto de las parejas de entonces.
Una canción, como una constante, sonaba en aquellas discotecas sucesoras de las obsoletas y oscuras ‘boites’, metiendo su ritmo en la sangre de los más bailones: Sex Machine, interpretada por ‘el padrino del soul’, James Brown. Una música caracterizada por su energía, su ritmo frenético y su estilo vocal que hacía mover las piernas al cliente más aburrido y patoso de aquellos novedosos locales. La poderosa voz y los bailes innovadores de Brown se hicieron inevitables y marcaron el ritmo en las inolvidables noches de otros veranos.
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