Opinión | 100 veranos en la Región

La Caja de la Rusa: los baños de Archena

Se localiza un nacimiento a unos 50 grados que, desde hace siglos, ha atraído a gentes en búsqueda de sus propiedades curativas y relajantes

Instalaciones de los baños, Archena.

Instalaciones de los baños, Archena. / Javier Lorente

En aquellos años de finales del siglo XIX y principios del XX, una de las actividades más valoradas era la de pasar unos días de relax y recuperación en los balnearios, en contacto con las sanadoras aguas termales. La moda venía de lejos pues ya fue muy apreciado por los romanos y los árabes. Es el caso de la ilustración de hoy, en la que podemos ver la llegada a los famosos baños de Archena, en la orilla del río Segura, en el hermoso Valle de Ricote. Aquí se localiza un nacimiento a unos 50 grados que, desde hace siglos, ha atraído a gentes en búsqueda de sus propiedades curativas y relajantes

Cuando, hoy en día, la gente pasa unos días en las modernas y a la vez históricas instalaciones de este Balneario que nos ocupa, no debería olvidar que por allí han pasado bañistas durante los últimos veinte siglos. Arquitectónicamente ha habido muchos cambios, remodelaciones y añadidos, y todo ello ha ido acumulando unos espacios y unos paisajes llenos de un ecléctico encanto, eso que algunos llaman belleza decadente pero que son un disfrute para el cuerpo y el espíritu. 

Los restos arqueológicos del lugar nos hablan de que estas aguas termales atrajeron a la cultura ibérica y también a los pobladores romanos, tan aficionados a estos baños. Posteriormente hubo épocas mejores y peores, guerras, epidemias, expulsión de los moriscos de todo el valle –con la gran crisis que ello acarreó–, y demás. Después, el Balneario formó parte de las posesiones de la Orden de San Juan de Jerusalén que, hacia el año 1650, empezaron a realizar obras, incluida la construcción de una ermita dedicada a la Virgen de los Remedios. 

En el siglo XVIII se inician las excavaciones arqueológicas que sacan a la luz interesantísimos hallazgos de la época romana, incluidos sillares y lápidas con inscripciones en latín. En 1776, unas fuertes riadas destruyeron gran parte de las instalaciones, y fue el propio rey Carlos III, tal vez el mejor arquitecto que ha tenido España, quien puso en marcha unas importantes obras de mejora. Luego vino la Guerra de la Independencia y después la Desamortización de Mendizábal, así que el Balneario volvió a hundirse en la crisis, hasta que sus nuevos dueños, en plena época de auge del termalismo, inician una modernización y ampliación de los baños que los volvió muy atractivos en ese periodo entre dos siglos. 

A partir de 1861 se construyó una nueva fonda –que hoy es uno de los hoteles–, se cubrieron los antiguos baños y se llegó hasta el propio manantial, teniendo acceso desde el interior hasta él. En los años de la Guerra Civil, en 1936, los baños se reconvirtieron en Hospital de Convalecencia. Si no conocéis el Balneario de Archena, pues, ya estáis tardando en remediarlo. Tiene rincones para todos los gustos y para disfrutarlos gentes de todas las edades, que existe la absurda creencia que el turismo de balnearios es para gente mayor. Una de las cosas que os sorprenderá es un salón neoárabe que os recordará al del Casino de Murcia, y no iréis desencaminados, pues es obra del mismo arquitecto: Manuel Castaños

Leyendas muchas, pero también vicisitudes históricas: por ejemplo, que el 1 septiembre de 1963 estalló un polvorín que el ejército tenía a 500 metros del balneario y que, fruto de ello, no quedó un cristal sin romperse.

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