Opinión | Nos queda la palabra

Minucias

Todo está inventado. Dejémonos de historias y miremos a nuestra capital, donde lo capital es disfrutar como un jumento mientras se pueda.

No hay derecho. Van a obligar a todos los centros educativos a servir un menú repleto de frutas, verduras y legumbres. El Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y (por si fuera poco) Agenda 2030 nos impondrá un menú saludable. Qué diferencia con el que cocinó la ‘master chef’ Isabel Ayuso para los niños más pobres de Madrid: pizza, hamburguesa y croquetas. Comparen la triada y elijan. No hay color.

Si nos vamos a morir igual, qué empeño existe en desterrar la comida basura de nuestra vida cuando cada vez se asemeja más a un contenedor donde, sin empacho, los ciudadanos se regodean políticamente.

Y si tiran a matar a la infancia, qué decir de los mayores. El mismo ministro izquierdista, sucesor de otro que nos quiso quitar el chuletón, impulsa el cuidado de los ancianos en su propia vivienda. Con lo fácil que es meterlos en una residencia pública y, como ejecutó la mater presidenta madrileña, enterrarlos en el olvido. O como diría aquel, por qué no construir una gran cárcel para todos los pensionistas y acabamos con el déficit y la molestia que siempre suponen los viejos.

Pues no, resulta que nos vamos a gastar una millonada para remozar lo que ya es antiguo, cercano a desaparecer.

«Hacia un nuevo modelo de cuidados en la comunidad: un proceso de desinstitucionalización» se titula el plan para fomentar los cuidados a domicilio para personas mayores y con discapacidad que sean dependientes, así como para las que carecen de hogar y son menores migrantes.

Una revolución del modelo de cuidados que va a ofrecer una alternativa más centrada en las personas frente al modelo de las macroresidencias.

Cómo les gusta la revolución. Hay gente con ganas de acabar en la indigencia electoral, preocupándose de la alimentación y del bienestar del conjunto de la población cuando eso no da ningún voto.

Todo está inventado. Dejémonos de historias y miremos a nuestra capital, donde lo capital es disfrutar como un jumento mientras se pueda.

¿Otra cervecita?

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