Opinión | Allegro Agitato

Noche de paz

Es fácil entender la enorme popularidad de Noche de Paz. Para que comprendan el nivel de calidad de esta maravillosa miniatura, durante cierto tiempo se atribuyó su composición a Haydn, Mozart o Beethoven

Capilla Conmemorativa de Noche de Paz (Stille-Nacht-Gedächtniskapelle), en Obendorf, Austria

Capilla Conmemorativa de Noche de Paz (Stille-Nacht-Gedächtniskapelle), en Obendorf, Austria

En estas fechas conviene recordar que la Navidad tiene un origen muy humilde: una mujer que se ve obligada a dar a luz a un niño en circunstancias adversas durante un viaje familiar, en un portal o establo, al no encontrar acomodo para pasar la noche. La creencia en que ese niño es el hijo de Dios es lo que da trascendencia a este hecho, que de otro modo habría pasado totalmente inadvertido, salvo para los propios protagonistas. Su conmemoración ha convertido la Navidad en un auténtico festival de excesos en el que, cardiólogos y nutricionistas estarán de acuerdo conmigo, las tradiciones más saludables son correr la San Silvestre y cantar villancicos. Como mis conocimientos deportivos son bastante escasos y, siendo la música un arte universal, les voy a hablar del más universal de los villancicos.

Noche de Paz nació del encuentro circunstancial de dos hombres también humildes, Joseph Mohr, un joven sacerdote, y Franz Xaver Gruber, maestro de escuela, sacristán y organista. Los dos nacieron y vivieron toda su vida en las inmediaciones de Salzburgo, la ciudad natal de W. A. Mozart, y su encuentro, de apenas un par de años, tuvo como epicentro la iglesia de San Nicolás de Oberndorf, poco después del Congreso de Viena, que reorganizaba el mapa europeo tras las guerras napoleónicas, donde entonces habitaba Beethoven.

Mohr nació en Salzburgo en 1792, y era hijo de una bordadora soltera y de un soldado mercenario y desertor, que abandonó a la madre antes del nacimiento. Tuvo formación musical en la catedral e ingresó en el seminario con una dispensa por ser hijo ilegítimo. En 1815 se graduó y se ordenó sacerdote. Al año siguiente, escribió una oración titulada Stille Nacht, heilige Nacht (literalmente, Noche silenciosa, noche santa), tal como comenzaba la primera de las seis estrofas que la componían. Tras una breve estancia en Salzburgo para recuperarse de una enfermedad, fue destinado al pequeño pueblo de Oberndorf.

En la vivienda del sacristán de Arnsdorf, una aldea muy próxima, vivía Gruber, nacido en Hochburg-Ach en 1787 y que era hijo de un tejedor. El maestro de su escuela convenció a su padre para que le permitiera formarse como profesor, que en ese momento tenía aun fuerte componente musical. Para mejorar su situación financiera, en 1816 asumió el cargo de cantor y organista en la iglesia de San Nicolás, y así es como entraron en contacto nuestros protagonistas.

La tradición cuenta que en la Nochebuena de 1818, Mohr se acercó a Arnsdorf para pedirle a Gruber que pusiera música a su texto y así poder cantarlo esa misma noche en la misa de gallo. En muy pocas horas, el villancico estaba preparado, ensayado (suponemos) y se cantó por primera vez. Los intérpretes fueron Mohr a la guitarra e interpretando la primera voz, y Gruber entonando la melodía más grave.

Es fácil entender la enorme popularidad de Noche de Paz. Para que comprendan el nivel de calidad de esta maravillosa miniatura, durante cierto tiempo se atribuyó su composición a Haydn, Mozart o Beethoven. Además, es muy sencillo de cantar, de adaptar y de traducir. En pocos años aparecieron arreglos (hasta seis hizo el propio Gruber) que se cantaban en las iglesias cercanas, y músicos folklóricos llevaron el villancico por Europa. Hacia 1840, la canción ya era conocida en Alemania, y pronto comenzaron las traducciones, la primera al inglés hacia 1859, y al español hacia 1871. Posteriormente se ha traducido a más de trescientas lenguas distintas, y se canta en todos los lugares en los que se celebra la Navidad.

La proximidad entre los dos hombres duró poco, ya que en 1819 Mohr fue destinado a otra pequeña población. Sabemos que Gruber le compuso una canción de despedida. La vida de Joseph Mohr continuó con su labor pastoral por pequeños pueblos hasta que falleció en 1848. Gruber se casó tres veces a lo largo de su vida. Después de trabajar en Arnsdorf y en Berndorf, en 1833 asumió el puesto de organista y director del coro parroquial de Hallein, donde murió en 1863.

Si viajan a la zona, la iglesia original, muy dañada por unas inundaciones, fue sustituida en el mismo sitio por la Capilla Conmemorativa de Noche de Paz, inaugurada en 1937. En Arnsdorf, la casa donde vivió junto a la escuela, donde impartió clases Gruber y que es la más antigua en funcionamiento de Austria, se ha convertido en un museo.

En 2011 la Unesco hizo una obviedad: declararlo Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Con mis mejores deseos para esta Navidad, con el espíritu de estos dos hombres sencillos.

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