Una empresa, cualquiera que sea, no es el mejor de los mundos, ni el peor de los infiernos. Es el espacio en el que vivimos, disfrutamos y sufrimos diariamente, y que nos proporciona satisfacción y también malestar. Es el espacio ecológico, económico y social que debe ayudar a la humanización de nuestras vidas, siempre que las empresas, como espacio de trabajo y de formación, proporcionen las condiciones necesarias para tal fin.
Desde la perspectiva de la empresa como espacio de trabajo conviene tener en cuenta que este está asociado a un lugar físico y material, aunque con el paso del tiempo, vemos cómo han aparecido nuevas formas de materialización del trabajo. Por ejemplo, con la pandemia del covid, como hemos comprobado recientemente, se ha acelerado la puesta en práctica del teletrabajo, cuando antes este tipo de trabajo tenía una existencia escasa y limitada. De la misma forma, el trabajo conllevaba un considerable esfuerzo físico y mental, siendo mayor o menor según el tipo de trabajo. También, con el paso del tiempo, el sufrimiento se ha ido reduciendo gracias a las mejores condiciones materiales de los puestos de trabajo, a las crecientes medidas de seguridad que acompañan su realización, a la implantación de la robótica, al desarrollo de la inteligencia artificial y, en definitiva, a la voluntad empresarial de humanizarlo.
La valoración positiva de las actuales condiciones materiales del trabajo en las empresas se hace sabiendo que el espacio de trabajo del que venimos no era el mejor de los deseados, ni el más conveniente para los que pasaban en él la mayor parte de las horas del día. Porque, no hace muchos años, como casi todos recordamos todavía, el paisaje exterior de las empresas era feo, sombrío y con un entorno medioambiental árido; con una arquitectura descuidada y casi carcelaria; su ubicación se mezclaba con la vivienda, no existiendo apenas distinción entre el lugar de trabajo y el lugar de la vivienda, siendo las chimeneas de las fábricas los iconos dominantes de los pueblos. Igualmente, el paisaje interior o clima de trabajo, era -por lo general- inhóspito y duro, careciendo de las condiciones de hacerlo atractivo y agradable.
Desde la otra perspectiva que caracteriza a la empresa como espacio de formación de los trabajadores, es una tarea que resulta hoy fundamental para la vida y supervivencia de las empresas. No hace mucho tiempo, la formación de los trabajadores parecía no preocupar en exceso ni a la administración educativa ni a la propia empresa, pese a tener una economía poco competitiva y un mercado laboral muy desequilibrado, en el que las necesidades de producción no podían ser atendidas al no tener una mano de obra formada y cualificada. Hoy día, en cambio, la cuestión de la formación en las empresas resulta ser un reclamo de primera necesidad; así lo ponen de manifiesto todos los agentes que intervienen en el mercado laboral. Por parte de los empresarios se expresan las dificultades de las empresas para cubrir necesidades de personal en todos los eslabones de la cadena productiva. Para corregir esta situación dicen los empresarios que no basta con seguir potenciando la formación dual en la enseñanza profesional, sino que también se hace urgente eliminar las deficiencias que presenta el conjunto del sistema educativo en relación con la formación para el mercado laboral. Así mismo, la administración educativa ha asumido que la cuestión de la formación en el mercado laboral es clave para tener una economía competitiva, para reducir el paro juvenil y para satisfacer las demandas de formación que las empresas hacen. Pero no es suficiente el grado de respuesta, ni en tiempo ni en intensidad, que la administración educativa da a la cuestión de la formación para el empleo. La parsimonia y la lentitud que caracterizan la puesta en marcha de políticas educativas para el empleo no hacen sino agravar el problema de la formación que padece España desde hace varias décadas.
La publicación del Libro Blanco sobre la educación en España de 1969 y la Ley de Educación de 1970, hitos modernizadores en una España camino del cambio, sentaron las bases analíticas y jurídicas del itinerario a seguir para tener un sistema educativo moderno en el que la formación se constituiría en un pilar fundamental para la vida económica y el empleo. Sin embargo, en estos largos 50 años, lo que se ha avanzado en este campo no es suficiente para lo que se requiere.
Ha llegado el momento de afrontar la cuestión de la formación con urgencia y en profundidad, implicándose en dicho cometido no solo la administración educativa, sino también las empresas y los empresarios. Las razones que avalan esta actuación son las siguientes: la emergencia de ofrecer al mercado laboral mano de obra cualificada en todos los sectores económicos; el cambio tecnológico que se está produciendo requiere de la formación para responder a las nuevas necesidades laborales; y, en definitiva, la permanencia y el futuro de las empresas exige formación inicial y formación continua de los trabajadores para que las empresas sean productivas y competitivas.