No ha dado tiempo a saborear el orgullo exhibido en Murcia por lo bien que ha salido la cumbre que durante tres días se ha celebrado en la capital con distintos mandatarios de la Unión Europea. La ciudad ha demostrado que puede estar a la altura de acontecimientos de esta envergadura y el Ayuntamiento de Murcia ha dado el do de pecho.
Ha obtenido un sobresaliente en la organización de un complicado evento con extremas medidas de seguridad y sin que haya habido ningún detalle que haya podido empañar el normal desarrollo de la cumbre que, lógicamente, han supuesto molestias a vecinos y comerciantes de media ciudad.
En menos de 48 años el orgullo y la satisfacción se han tornado en tragedia con el incendio en la zona de discotecas de Atalayas, en la que el número de víctimas ha superado a otras tragedias vividas en la Región. El fuego se ha cebado con los locales de ocio y el balance de fallecidos es el más abultado de la historia reciente, dejando a un puñado de familias sumergidas en la negrura de un dolor poco soportable.
En la retina, distintos incendios de discotecas en Murcia y en el resto de España que, en algunos casos, supuso que las administraciones implicadas corrigieran sus protocolos de control de los establecimientos masivos de ocio nocturno. Fue el caso de Alcalá 20, la discoteca madrileña en la que en 1983 perecieron más de 80 personas y que llevó al Ayuntamiento de Madrid a corregir sus normas urbanísticas, a hacerlas más restrictivas, y a peinar la noche con el resultado de al menos veinte instalaciones clausuradas por no cumplir con las medidas de seguridad.
La seguridad es el talón de Aquiles de cualquier garito en el que se junten decenas de personas. Hoy toca llorar por los fallecidos, pero en días posteriores será necesario analizar qué ha pasado, qué ha podido fallar, si la evacuación se hizo con garantías y sin puertas tapiadas y, sobre todo, cómo remediar las negligencias o imprudencias que se hayan podido cometer.
Tarea tienen los investigadores policiales y judiciales y trabajo también tiene el Ayuntamiento de Murcia que debe comprobar las licencias y el estado en que se encontraba el local siniestrado en una zona que ha sido tradicionalmente fuente de conflictos vecinales, de seguridad, de suciedad, etc.
El concejal de Urbanismo, departamento del que depende este tipo de asuntos, Antonio Navarro-Corchón, ya estuvo ayer en la zona cero de Atalayas (al igual que el alcalde, José Ballesta, el concejal de Seguridad, Fulgencio Perona, y otros miembros de la Corporación como el socialista Enrique Lorca) y durante esta jornada tiene previsto volver con los técnicos municipales.
Deberán, ante este doloroso siniestro, revisar cuantos locales de ocio hay en el municipio con el fin de garantizar que todo está en regla y que los materiales que se usan para los locales son aptos para, precisamente, no alimentar las llamas en caso de que se produzca un incendio. Así lo hizo el Ayuntamiento de Madrid en un momento trágico con resultados positivos .
Murcia seguirá, mientras tanto, llorando a las víctimas de la mayor tragedia vivida hasta el momento. En el parque de bomberos del Infante Juan Manuel hay una vitrina con el recordatorio de uno de los siniestros que más dolor produjo en la capital cuando un camión cisterna se incendió en El Palmar provocando a su paso ocho muertos y siete heridos en 1990. En aquel momento pensaron que nunca vivirían algo semejante. Ayer, por desgracia, volvió la pesadilla, pero con mucho más dolor. Por nadie pase.