Educación es una de las consejerías regionales cuyo ámbito de actuación siempre ha estado claro. Otras competencias (Empresa, Juventud, Empleo, Cultura, Política social…), han ido dando bandazos de una consejería a otra, o fusionándose en consejerías ‘Frankenstein’, pero Educación, desde que el mundo es mundo, siempre ha tenido sus límites y cometidos muy definidos.
Desalienta que después de casi una decena de presidentes y una ristra de consejeros, el balance sea hoy tan desanimante. Solo en los últimos once años, siete consejeros han pasado por la avenida de la Fama, perpetuando esa imagen de Cenicienta eterna.
Abandonada a su suerte y fuera de discursos más mediáticos o electoralistas como el del agua o el Mar Menor, Educación parece condenada a seguir a la deriva tras volver a quedar en manos del Partido Popular después del acuerdo de gobernabilidad con Vox, y con la confirmación del anterior equipo (con el consejero al frente) en la recién estrenada legislatura. López Miras la mencionó en su discurso de investidura, pero no aludió a ella en toda su campaña electoral. Entendemos entonces que la política del Partido Popular será la misma que nos ha llevado a la mala situación que en Educación padecemos desde hace eones. Ni siquiera se ha intentado maquillar el asunto con un gatopardista o lampedusiano «cambiarlo todo para que nada cambie»: las mismas caras, la misma atrofia, la misma ausencia de un objetivo claro y de unas medidas que conduzcan a su consecución.
Y es una pena, porque cuando López Miras por fin entendió que no se puede acceder al Gobierno como si se tuviese la mayoría absoluta no teniéndola (malditas matemáticas) y condescendió a dialogar con Antelo, se perdió la oportunidad de abrir las ventanas para que se ventilase una consejería internamente agotada, postrada por su imposibilidad de presumir de ningún éxito en los últimos años. Y permitir que entrase un nuevo equipo en un ámbito en el que el Partido Popular debe reconocer que ha fracasado tras veintiocho años de gestión. Vox, pese a su juventud como partido, y la bisoñez política de sus cuadros, sí ha ofrecido durante la campaña una serie de medidas concretas, cuidadosamente estudiadas por su grupo de trabajo muchos meses antes de la convocatoria de elecciones. Unas medidas desconocidas por la mayoría de votantes, que han asumido la caricatura de que la política de Vox en Educación es básicamente la lucha por el famoso PIN parental y poco más. Vox contemplaba en su programa aspectos tan necesarios (y concretos) como la implantación de un plan regional de comprensión lectora que abarque todas las etapas educativas. Un plan de seguimiento y mejora de los centros en todos los niveles que implique la realización de pruebas de evaluación en las materias clave, cuyas conclusiones se publiquen con luz y taquígrafos. Un plan de formación del profesorado, ya que la mejor educación posible es la que dan los docentes mejor formados, acompañado de la creación de una auténtica carrera profesional que vaya más allá de la acumulación de trienios y sexenios. Una expurgación de los sesgos ideológicos que siguen pululando en las aulas. Una apuesta decidida por una educación equitativa, que consiste no en dar a todos lo mismo (igualando por lo bajo, normalmente), sino a cada uno lo que necesita. O una formulación de objetivos curriculares precisos, basados en contenidos claros y no en fantasmagorías como ‘competencias’ o ‘saberes básicos’.
Tal vez el Partido Popular no ha querido ceder el testigo en una consejería abotargada de la que sería difícil desalojar de golpe a tanta gente que en ella ha estado en los últimos años, muy cómoda y con pocas razones para sacar pecho por su gestión. Tal vez Vox no ha sabido capitalizar el enorme potencial de sus propuestas de Educación en las negociaciones con el Partido Popular por el reparto de consejerías. Lo cierto es que Vox deberá limitarse a jugar esta legislatura con las cartas que le han tocado, no convertirse en la oposición dentro del propio gobierno (como hizo Unidas Podemos en Madrid) y esperar a que tiempos mejores propicien la entrada de aire fresco en Educación, la eterna Cenicienta de los gobiernos de la Región de Murcia.