La Opinión de Murcia

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Elena Pajares

Mamá está que se sale

Elena Pajares

El as en la manga

 Las personas mayores prefieren refugiarse en la rutina y en los hábitos. Les hacen sentir seguros, como quien se agarra a sus posesiones

Leonard Beard.

Todos queremos vivir muchos años, pero ninguno queremos llegar a viejo. Reconócelo, hablar de viejos o de ancianos no es bonito, ni cómodo. Preferimos decir «los mayores», o la «tercera edad». A Simone de Beauvoir le llamaba «la conspiración del silencio», porque nadie quiere hablar de eso. Hasta la abuela María lo decía, «¡Qué malo es ser viejo!», y ninguno le llevábamos la contraria.

Si quieres tomarlo con humor, que sepas que hay una tribu en el Amazonas, los Nambikwara o algo así, que con una sola palabra dicen joven o bonito, y con otra distinta se refieren a cuando una cosa es vieja o fea. Por lo visto en su idioma viene a ser lo mismo.

Una de las características de la vejez es la ausencia de curiosidad. No por no querer saber más, sino por el afán de refugiarse en hábitos y en rutinas. El abuelo de una amiga no sale de casa. Se pasa la vida alternando su tiempo entre sudokus y El Quijote. Pero no de arriba abajo, sino los mismos pasajes. Los que le hacen reír, que lee una y otra vez como haría un niño.

Lo cierto es que la novedad produce inquietud. Miedo a sentirse perdido, o miedo a caerse o a resfriarse si el plan implica salir. Las personas mayores prefieren refugiarse en la rutina y en los hábitos. Les hacen sentir seguros, como quien se agarra a sus posesiones.

La vejez vista como algo negativo trae irremediablemente un sentimiento de invisibilidad que, a veces, es incluso buscado por el propio anciano, que se ve estorbo o inútil, y prefiere refugiarse en lo suyo.

Hay que evitar que cuando el paso del tiempo incapacite el cuerpo eso se traduzca en un apartamiento social. Debemos contribuir a que la actitud y la propia visión que cada persona tenga de sí misma no sea de abatimiento frente al deterioro físico de la vejez. Ponerle moral y optimismo al inevitable paso del tiempo.

Hay muchos ejemplos de personas que le han sacado un gran partido a su vejez. Todos comparten el denominador común de la buena actitud. Sin ir más lejos, Renoir, el pintor, que se quedó paralizado de medio cuerpo, pedía que le ataran un pincel a la mano. Según él, no hacía falta la mano para pintar.

Se trata entonces de afrontar un desafío. Una etapa distinta pero no menos plena. La novela de El viejo y el mar de Hemingway es muy ilustrativa en eso. Cuenta la historia de ‘El viejo’ (tiene un nombre, pero todo el pueblo le conoce así) que se adentra en el mar después de una mala racha de pesca. Él solo, con su barca. Vive entonces una odisea de no te menees, pero vuelve vivo. Hecho polvo, pero no vencido.

Puede ser que el cuerpo no acompañe, pero no decrece necesariamente la actividad intelectual. Y los mayores pueden poner al servicio de la sociedad su experiencia y su espíritu, cuando ya no pueden poner el vigor físico.

La clave para afrontar la vejez en ese tono, según Rita Levy-Montalcini, es tener un as en la manga, y saber aprovecharlo. Ella sabía bien de lo que hablaba, era una científica portentosa, Premio Nobel, que de hecho murió con más de cien años.

Se trata sencillamente de prepararse, de planificar la etapa que queda, sea un mes o una década, con la esperanza de poder acometer los proyectos que pensemos. Considerar o aceptar que la vejez es negativa es deshumanizarla, y resignarse no debe ser una opción. Pero esa actitud favorable no se improvisa. Es necesario planificarla.

Cuando llegue el momento, le estaré muy agradecida a la Dra. Levy-Montalcini el consejo del as en la manga. 

La edad, sea joven o vieja, al fin y al cabo es solo un estado mental.

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