El sanchismo no atiende al Consejo de Ancianos. Alfonso Guerra se queja por ello, y Felipe González, para quien Aznar y Anguita eran «la misma mierda», ahora coincide plenamente con el primero contra la política de Pedro Sánchez.
González y Guerra tienen mala memoria. Se les olvida lo que hicieron con Rodolfo Llopis, secretario general del PSOE en el exilio, a quien dieron la patada en el congreso de Suresnes de 1974, de modo que el líder socialista en el exilio se sintió suplantado y fundó el llamado PSOE-Histórico. Nadie duda de que aquel ‘golpe de partido’ fue positivo para la Transición, pero es la prueba de que en el PSOE los relevos generacionales resultan traumáticos. Y esta vez no iba a ser menos. Hoy, González, Guerra y toda la estela de exministros y exdirigentes cuyas opiniones explota el agip-prop mediático de la derecha son los históricos. Y reciben la misma medicina.
En la Transición, la derecha bramaba contra Felipe y Guerra casi con los mismos argumentos que hoy emplean éstos contra Sánchez, incluido el ‘España se rompe’. Véanse en la hemeroteca los debates sobre si en la Constitución el idioma debía ser calificado como español o castellano, qué cosa distinguía a las regiones de las nacionalidades o por qué unos territorios, hablando de igualdad, accedían al Estado autonómico por la vía lenta del artículo 143 (Región de Murcia, por ejemplo) o por la rápida del 151 (Cataluña, País Vasco, Galicia y con posterioridad, precisamente a través de un referéndum, Andalucía).
González no expulsó a Nicolás Redondo cuando éste le convocó una huelga general porque habría tenido que expulsar a toda la UGT, que por entonces compartía las Casas del Pueblo con el PSOE.
Los Gobiernos de González /Guerra, y después los de Aznar, alentaron en su respectivo tiempo la progresión de los nacionalismos, un proceso (procés) interminable e insaciable que ellos pilotaron y contra el que ahora, ya muy avanzado, se revuelven porque es otro quien lo maneja. Qué malo es hacerse viejo.