A riesgo de que se nos caiga el cielo encima, el más tecnológico videomarcador, que será una de las estrellas de la Supercopa de Baloncesto, se queda en Murcia. Las malas lenguas ya habían vaticinado que tal armatoste nos obligaría no sólo a vigilar las goteras, sino a estar muy atentos a su sujeción, amén del resultado. Por tanto, tras la final del UCAM con uno de los grandes, el trofeo se quedaría aquí, pero el videomarcador volaría, pues nuestra estructura no resistiría el peso de la tecnología. Vuela el tiempo y nuestro ‘pabellón económico’, sustentado con cuatro palicos y cañicas en la sobreexplotación de nuestros recursos naturales, no resistiría el poso de la maquinaria más innovadora.
Ahora no tendremos excusas. Un terrible segundero nos delatará si, «Por Tutatis», no avanzamos hacia el futuro de nuestra aldea, con actividades económicas de alto valor añadido que, por encima de los cuadriculados romanos, nos permita ganar a todos. No solo a unos pocos.
Eso sí, existe el riesgo de que el invento se convierta en una multipantalla por donde se emitan nuestras tradicionales procesiones y otros actos gubernamentales que pasarían como tales, amén de anuncios. En resumen, toda la programación de la autonómica. Ya presente en una buena parte de los salones de casa nos acompañaría también en los momentos de ocio, como el que pasaremos en el campeonato de baloncesto, e, incluso, nos aparecería en el hospital, donde a partir de hoy la televisión es gratuita. Como para ponerse enfermo.
Embobados, el reflejo nos devolvería la imagen de unos sujetos hambrientos de una pócima que, en primer lugar, nos despierte del letargo. Tan necesitados de una pareja real, no impostada, que, al modo de Asterix y Obelix, convierta a nuestra tierra en un paraíso, sin miedo de unas alturas que siguen decidiendo nuestro destino.