La Opinión de Murcia

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ESCARABAJAL, DIONISIO

Noticias del Antropoceno

Dionisio Escarabajal

Una horda evangélica invade Altorreal

Hace un par de veranos sufrimos en Altorreal una oleada de robos, que no me afectó porque no tengo nada que robar. Lo que sí me afecta es la publicidad de un coche con megafonía con una voz estridente anunciando un servicio de tapicería.

Creía que ese tipo de publicidad cutre había pasado a la historia, pero no parece ser así en el Ayuntamiento de Molina. Alguna vez, como quien no quiere la cosa les he lanzado una bola de golf de las que aterrizan en mi parcela, pero ni caso. También he probado a avisar a los guardas que la Urbanización paga de nuestro bolsillo, pero parecen estar muy entretenidos subiendo y bajando las barreras que les ha puesto la Comunidad, como chiquillos jugando a las canicas en la puerta del colegio

Últimamente me he topado en mis paseos con lo que aparenta ser una familia completa llamando a las puertas de los residentes y depositando propaganda religiosa en sus respectivos buzones cuando no abren. Estos evangélicos, que andan deambulando por Altorreal semejan vacas sin cencerro desde el punto de vista de un católico, acostumbrado al orden jerárquico de la religión oficial. La gente que vive en Altorreal, además, no suele creer en el más allá, porque una gran parte de ellos son funcionarios públicos que, como apuntaba el Mago More, no se imaginan ni por un momento que exista otra vida mejor. Y si no creen en la religión católica, que es la verdadera, menos se van a pasar al protestantismo que surgió, como decía mi profesor de Teología, de una flor plantada por Satanás en el culo de Lutero, haciendo alusión a que el susodicho monje tuvo su inspiración herética en las letrinas del convento, lugar que frecuentaba por un problema estomacal crónico.

Pero mi consejo a ese esforzado grupo de proselitistas es que no deben desesperar. Siempre cabe la posibilidad de que les reciba la sirvienta del propietario del chalet en cuestión, que estará interesado en fomentar las creencias religiosas del servicio para que, como decía Voltaire, no caigan en la tentación de hurtarle la cubertería de plata.

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