La gran Marisol, que cantaba en el siglo pasado la canción Corre, corre, caballito, estaría encantada con el nuevo servicio que ha puesto en marcha el alcalde de Murcia, José Ballesta, que se ha sacado de la chistera un grupo de policías locales montados a caballo, estrenado para el gran público en la bajada a la ciudad de la Virgen de la Fuensanta, que este martes regresa a su santuario del monte en romería y, quizá, escoltada por los cuatro jinetes.
El nuevo servicio ha cosechado las críticas de la oposición, pero también la de agentes de la Policía Local, que ven en el nuevo servicio una ocurrencia (que no imposición del nuevo concejal de Seguridad Ciudadana, Fulgencio Perona) de algún miembro de Jefatura, al que le gustan los equinos y que ya intentó colocarle los caballitos al anterior edil, Enrique Lorca, que los rechazó por el elevado coste (miles de euros anuales) y por las necesidades de plantilla y material que tiene el cuerpo policial.
Las críticas internas que se oyen en los grupos de los policías locales ponen el acento en la falta de medios con ejemplos que claman al cielo, como que para todas las pedanías solo había dos coches patrulla durante los meses de julio y agosto o que el 80% de las motocicletas de los agentes tienen más de quince años. Por no hablar de la falta de efectivos para cumplir lo que marcan los estándares con que se mide este cuerpo de seguridad.
Por cierto, que el anterior gobierno dejó preparado y dotado económicamente el pertinente contrato para la adquisición de 22 nuevos coches patrulla por un montante superior al millón de euros, una contratación que aún no ha visto la luz. No hay prisa, deben pensar los nuevos gestores de la Glorieta.
Las quejas entre bambalinas del Cuartel también tienen que ver con la forma en la que se ha elegido a los agentes que forman esta guardia montada, o ‘guardia real’, como la ha denominado el portavoz de Vox, Luis Gestoso. Sin publicidad y sin que puedan concursar agentes que tienen experiencia, e incluso son jinetes profesionales que han participado en los Caballos del Vino. Esa falta de transparencia y esa elección a dedo (obviando mérito y capacidad) ha hecho que la mirada se haya puesto en las personas que integran la nueva unidad. Entre los jinetes hay un policía vinculado a un alto cargo de la judicatura de esta Región, un detalle que no ha pasado desapercibido y que lleva a algunos efectivos a pensar que siempre es bueno llevarse bien con los jueces y fiscales por lo que pudiera pasar o por si algún pez gordo pudiera verse envuelto en algún juicio.
Sea como fuere, la nueva unidad (en la que no hay ninguna mujer, vulnerando la paridad) ha colmado el vaso de uno de los sindicatos del Ayuntamiento. El SIME, el que más representación tiene, ha puesto en manos de sus servicios jurídicos la forma de proceder en esta ocasión y, ya de paso, revisar cómo se han conformado otras unidades: las de Feria, Procesiones, Policía Turística, Gala o Maceros, en las que ven los mismos fallos que con los caballitos.
Un servicio, el de caballería, más propio de ciudades con grandes aglomeraciones de manera permanente o continuada, con extensas zonas verdes que vigilar o con largas colas en actividades deportivas. No es el caso de Murcia, que no tiene nada de eso. Ya le gustaría tener grandes parques.
Algunas voces en la Glorieta ya andan inventando relatos acerca de por qué ahora, en este momento, el Ayuntamiento de Murcia, al borde de la quiebra y con recortes a los complementos de los funcionarios, decide poner en marcha este servicio que los populares no llevaban en su programa electoral. Será, fabulan, que el alcalde y el nuevo Gobierno quieren lucirse con sus caballitos ante la cumbre europea que tendrá lugar en el Cuartel de Artillería con los ministros de la UE. Por nadie pase.