Por fin ha vuelto la vida normal. No lo digo con alivio, al contrario, porque ha sido un verano fantástico. Pero todo lo bueno se acaba, y, antes o después, iba a pasar. Como única novedad personal, he renunciado a vivir a través del móvil. No ha sido nada fácil, y ha sido necesario que el móvil se rompiera sin razón aparente. Pero tras una histeria inicial, y algo de ‘mono’, ahora estoy tan bien, que no sé si lo arreglaré. Hombre, en plan ermitaño tampoco me he quedado, porque el wifi sí que me funcionaba a ratos, y bueno, entre tú y yo, algo conectada sí que estaba. Pero ha sido, de verdad, una liberación ir sin el móvil, que las personas de mi entorno lo supieran, y que encontrásemos una forma de comunicarnos y de hacer nuestra vida prescindiendo del ‘dispositivo’. Ahora lo veo como un intruso en mi vida, y era una verdadera esclavitud vivir pendiente de las notificaciones y de las llamadas. Lo veo clarísimo. Así que te espero en mi orilla.
Por lo demás, afortunadamente, todo sigue igual, que es la mejor de las noticias. En lo que respecta a la actualidad, hemos asistido a un circo político que, al igual que el cometa Halley, creo que no volveremos a ver, por lo menos, en veinte años. Vaya un número el que montó el Rubiales. Haya agresión sexual o no, que eso lo tendrá que decir el juez. Lo cierto es que este gañán tuvo un comportamiento impropio de un presidente de lo que sea, aunque fuera de la comunidad de vecinos. Impresentable total. Doy por supuesto que recibiría un puñetazo si en vez de darle un beso a la Hermoso se lo da, por ejemplo, a Iniesta. En fin, que ya hemos hablado de esto. Ahora ha llegado la denuncia de la chica, más que nada, porque al haber sido los hechos en el extranjero, si la ‘agraviada’ no presenta denuncia, no se puede hacer nada.
Por otra parte, en Murcia tenemos por fin terminados los carriles bici y los del bus. Cada uno con su color. Casi no se distinguen, pero están. Una pena que acaban de terminarlos y ya están invadidos por furgonetas de reparto. De poco ha servido peatonalizar el centro, parece que solo sirva para castigar a quien tiene que venir a trabajar o a hacer recados al centro, que no puede venir con su coche porque, o se lo come, o se vuelve a su casa.
Y desde ayer tenemos también a la Colau, a la que un juzgado de lo contencioso de Barcelona le ha dado un bofetón en modo de sentencia. No pasaría nada si no fuera porque esta sentencia tumba de pleno el proyecto estrella que esta iluminada y sus secuaces idearon, que consistía en peatonalizar varias calles del centro de Barcelona, y que ha costado nada menos que 25 millones de euros. Es gracioso que los que han ganado el pleito sean los comerciantes de Barcelona Oberta. Tiene gracia, porque es la gente que se gana la vida con su trabajo, no con discursos sobre el cambio climático, y probablemente ellos mismos habrán costeado con su dinero la representación legal y los costes que haya tenido el proceso. Pero lo gordo es que la sentencia ordena reponer las calles a su estado anterior, tirando por la borda los 25 millones de euros que costó, más lo que cueste ponerlo todo como estaba, y encima la jueza dice que es porque se han saltado a la torera el procedimiento. Tristemente, algo muy propio de tontos cuando les dan un pito, aunque la Colau ahora patalee. Cuando la gente tiene que contratar a un abogado para defenderse de las tropelías del ayuntamiento, malo.
Hay más cosas, porque ha sido un verano muy intenso, pero son tres ejemplos al azar de lo que pasa cuando pones al frente de una institución seria a personas a quienes les queda grande el puesto. Gastan como si fueran Robin Hood, robando el dinero de los ricos para dárselo a los pobres, pero no se dan cuenta de que gestionan mucho dinero, y que muchas personas sudan mucho, muchos días, para ganarlo. Lo que te digo, vuelta a la rutina.