En lo que llevamos de siglo ha habido más golpes militares en África que transiciones de poder ordenadas, y lo peor es que no puede ser más viejuna la apariencia de estos militares apiñados en dos filas, los principales sentados, y los segundones detrás, anunciando el derrocamiento del Gobierno de turno y el cierre de las instituciones civiles. En la última asonada militar, en Gabón, incluso la retransmisión de la rueda de prensa fue en blanco y negro y con la pantalla granulosa. Viejuno no, prehistórico.
Fue el expresidente Donald Trump, con su habitual delicadeza en el lenguaje, quien calificó a África directamente de ‘shithole’ o ‘agujero de mierda’ en traducción literal. Y eso antes de que parte del Sahel se convirtiera en el destino preferido por las milicias yihadistas (después de su expulsión de Irak y Siria) y de que los rusos de Wagner sentaran plaza en varios países africanos para defender a sus dictadores y quedarse de paso con sus riquezas mineras nacionales.
Que África parece un continente maldito no es una novedad. Y eso que determinados países luchan por salir del pozo (de mierda), construir unas instituciones razonablemente funcionales y estabilizar la economía dando un salto de rana por encima de las limitaciones físicas como el tendido telefónico terrestre o el establecimiento de una red de oficinas bancarias. Afortunadamente, muchos países africanos han obviado la necesidad de construir esas costosas infraestructuras y han entrado de cabeza en el siglo de las comunicaciones y de los servicios financieros a partir del móvil. A ello contribuirá decisivamente la red de miles de pequeños satélites Starlink de Elon Musk, capaces de llevar internet a los más remotos puntos del planeta. A ello también, hay que reconocerlo, está contribuyendo China con sus infraestructuras portuarias y de transporte terrestre. El África de cultura francófona se va desintegrando a ojos vista, ante la consternación del frustrado gobierno francés y de sus empresas. Algo hicieron bien los anglosajones cuando los pocos países estables del continente, fueron precisamente fruto de la transición imperial británica, anticipada a la de francofonía y mucho más ordenada.