Opinión | La Feliz Gobernación
Reloj, no marques las horas
Todo lo que queda de agosto, ese plisplás, es lo que tienen López Miras y Antelo para calzar los detalles concretos del pacto, al que se le ha dado el plácet desde Madrid

A López Miras y Antelo les queda poco para calzar los detalles del pacto / Miguel López-Guzmán
Quedan 11 días para que por mero automatismo institucional se produzca la repetición de las elecciones en la Región de Murcia. Para impedirlo, López Miras, a su vuelta de Pontevedra, deberá llamar a José Ángel Antelo, después de ultimar hoy allí con Núñez Feijóo la operación que deberá poner fin a la ‘excepción murciana’.
Los líderes regionales de PP y Vox dispondrán de cuatro días para armar el pacto de cogobernabilidad que facilitará la investidura del actual presidente en funciones. El calendario está apretadísimo, pero bastará que el 31 de agosto o el primero de septiembre por la mañana se inicie la ronda de consultas de la presidenta de la Asamblea con los Grupos Parlamentarios para que la rueda se ponga en marcha sin que el proceso se estrelle antes de la fecha tope, el día 7 del mes inmediatamente próximo. La Junta de Portavoces debería reunirse el viernes que viene por la tarde para convocar el pleno, y López Miras podría ser reelegido presidente, agotando todos los plazos y con el balón rozando la cepa del poste. Es un cálculo como podría hacerse cualquier otro, pero siempre en torno a esas fechas.
Los dirigentes de Vox, por extraño que parezca, están muy relajados. López Miras no conecta telefónicamente con Antelo, pero a este, desde la sede central de Vox en la calle Bambú, le repiten: "Tranquilo, José Ángel, tranquilo"
Todo lo que queda de agosto, ese plisplás, es lo que tienen López Miras y Antelo para calzar los detalles concretos del pacto, a no ser que el jefe del PP pretenda apurar aún más iniciando la cuenta atrás institucional con la negociación sobre la marcha, en paralelo, para resolverla en el último segundo antes del pleno de investidura, al estilo Junts.
El reloj es inexorable, y hemos de volver a la sabiduría del bolero, esta vez de la mano de Lucho Gatica:
Reloj, no marques las horas porque voy a enloquecer.
En realidad, el pacto ya está cerrado en Madrid entre Feijóo y Abascal, aunque sólo en el sentido general: habrá pacto. Los detalles del mismo quedan en manos de los dirigentes regionales. Pero aquí es donde está la tela marinera.
Los dirigentes de Vox, por extraño que parezca, están muy relajados. López Miras no conecta telefónicamente con Antelo, pero a éste, desde la sede central de Vox, en la calle Bambú, le repiten: «Tranquilo, José Ángel, tranquilo», al estilo de Juancar a Pujol. Desde arriba sólo hay mensajes implícitos en el espacio público, pues ni PP ni Vox quieren dar a entender que la solución política de Murcia se ha despachado en las cúpulas nacionales.
Habrá pacto, por tanto. Digo esto y lo retiro inmediatamente porque, lean mis labios: Vox no se va a apear de ningún modo de su posición prefijada desde la misma noche del 28M. Es cansino, pero lo repito: o entran al Gobierno o no habrá investidura. Así que quien se tendrá que rajar para no ir a la repetición de elecciones será López Miras, y esto también se antoja complicado.
Y tu tic-tac me recuerda mi irremediable dolor.
Hay un escenario, hasta ahora maldito para la política en Murcia: la plaza de Belluga. Hace cuatro años que en esa tribuna intervinieron la líder nacional de Ciudadanos, Inés Arrimadas, y la candidata a la presidencia de la Región por ese partido, Isabel Franco, para prometer ambas en campaña electoral que no facilitarían más Gobiernos del PP en este territorio. Lo que ocurrió después, una vez celebradas las elecciones, habla por sí solo de la ética y la estética de aquellos discursos. Es también el lugar en el que antes del 28M el líder nacional de Vox, Santiago Abascal, aseguró que Antelo sería vicepresidente del Gobierno regional. Dicen en Vox que Abascal sólo tiene una palabra, de modo que, si hemos de atender a esa supuesta coherencia y para no repetir la maldición de Belluga, el pacto que se prefigura contrarreloj para impedir la repetición electoral no tiene más que una salida: Vox, al Gobierno. Y si no es así, en consecuencia, nadie debería acudir más a un mitin convocado en la plaza del cardenal virrey.
Será difícil que López Miras pueda explicar con argumentos sólidos que haya dejado pasar los dos meses preceptivos desde que concurrió a la investidura sin haber intentado aproximaciones efectivas a Vox, y más cuando su proclama inicial era que la Región no podía someterse a un largo periodo de interinidad por la acuciante demanda de solución para sus problemas (En realidad, el peligro para el estamento político consiste en que el personal pueda constatar que la Región funciona igual de bien o de mal con Gobierno o sin Gobierno).
El presidente ha dejado pasar los dos meses preceptivos desde que concurrió a la investidura sin haber intentado aproximaciones efectivas a Vox
Podemos sospechar que el candidato a repetir en la presidencia ha dejado transcurrir todo este tiempo a la espera de que los acontecimientos de la política nacional vinieran a confirmar su decisión de proscribir a Vox de la Mesa del Consejo. En política cada día tiene su afán, todo cambia y se transforma en un instante, y el líder popular ha esperado a ver si las circunstancias generales validaban su actitud. Pero puesto ya en el filo del día D y la hora H en la Región de Murcia, la situación de Feijóo, que pudo presentar al rey su opción a la investidura gracias a que le llevó los votos contantes de Vox como único baluarte, el Gobierno murciano quedó como prenda de cortesía en justa correspondencia.
Y, además, están el resto de los barones populares. Todos han claudicado por razones de necesidad a los pactos con Vox. Y deben mirar a López Miras como si pretendiera ser el hijo de la polla roja: ¿Te vas a permitir el lujo de ir a elecciones por no tragar con Vox cuando todos nos lo hemos tenido que comer con patatas? Incluidos, de paso, muchos de los propios alcaldes del PP en la Región.
Detén el tiempo en tus manos, haz esta noche perpetua.
López Miras y Antelo coincidieron casualmente en la noche del 28M en el mismo pub, Plaza 3, de la murciana plaza de Condestable, para celebrar sus respectivos resultados. Se saludaron y no hubo nada. La lógica indica que de ese encuentro debiera haber salido una cita, si tan perentoria era la necesidad de no perder tiempo para armar el nuevo periodo de gobernación. Después, una reunión más bien improvisada de los equipos de ambos partidos dio al traste con un pacto en la constitución de la Mesa de la Asamblea, en la que el PP, atendiendo exclusivamente a su propia lógica interna, parece que entendió que Vox debiera haberse abstenido a su favor sin obtener algo a cambio. Y en el pleno de investidura, al que López Miras se presentó sin el respaldo de los votos que precisaba, le ofrecieron a Vox un listado unilateral de propuestas para el acuerdo sin opción a que el aliado necesario compartiera el poder.
Los abascales han estudiado al detalle los entresijos de la Administración y va a ser complicado que el PP les cuele a última hora unos epígrafes de aparente relumbrón, pero carentes de contenido
Esa actitud preestablecida por la que el PP entiende que Vox es un apéndice que necesariamente ha de subrayar sus iniciativas no es, desde luego, el mejor método de seducción. Los abascales aspiran a compartir el poder, dicen ellos que de manera proporcional a su representación parlamentaria, y es obvio que los populares podrían haberlos bajado de ahí, reduciendo sus ambiciones, si hubieran dado lugar a una negociación distendida. Dejar para última hora la discusión sobre el programa máximo no es una buena estrategia, porque se lucha contra el tiempo.
Vox ha estudiado al detalle los entresijos de la Administración y va ser complicado que el PP les cuele a última hora unos epígrafes de aparente relumbrón, pero carentes de contenido. Si ese fuera el truco para endosarles artefactos sin competencias sustanciales la dilación puede haber sido en vano.
Pero aparte de esto se presenta el hecho de que López Miras ha venido siendo muy taxativo en su voluntad de gobernar en solitario y llegados a esta situación, en la que todo ha de producirse deprisa-deprisa, no le quedará otra que claudicar o, si pretende presentar las demandas de Vox como inaceptables, deslizarse a una repetición electoral que podría haber frenado si hubiera puesto interés en hacerlo a lo largo de los dos meses de plazo que tuvo en su mano para persuadir a los abascales.
Todas las señales expresan que se podrá atajar la repetición electoral, a pesar de que el reloj marca las horas con la sensación de que lo hace más apresuradamente de lo que corresponde a la medición convencional del tiempo. El pacto viene de Madrid. Pero Vox no va a ceder en sus pretensiones de entrar al Gobierno al más alto nivel, de modo que el comodín está en manos de López Miras. Y sólo tiene dos opciones: retractarse o lanzarse al abismo de la suerte electoral. Menudo dilema. Y tan gratuito.
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