Mientras que esta semana era noticia el histórico triunfo de la Selección Femenina de Fútbol Española, el gesto (por no decir los gestos) más que cuestionable del presidente de la Real Federación Española de Fútbol, besando a una jugadora en la boca mientras sujetaba su rostro con ambas manos en el momento de la celebración empañaba, del algún modo, ese feliz momento.
Y es que, además, no se trataba solo de dos amigos festejando, como ha tratado de excusar, su cargo y a quien representa le supone unos valores que nada tenían que ver con su actuación. De ahí que las consecuencias debieran ser ejemplarizantes.
Superemos ya esas conductas totalmente normalizadas en el trato a las mujeres que trasgreden y violan nuestra libertad. Conductas de las que todas hemos sido víctimas en alguna ocasión y que hemos tenido que tolerar porque se trataban de algo aceptado y relativamente generalizado. Comportamientos que nos han hecho sentirnos inseguras y vulnerables. Maneras y usos que, afortunadamente, cada vez son más cuestionados y denunciados, acompañando a quien los sufre.
Sería un alivio pensar que nuestras hijas no van a tener que pasar por eso. Que mi pequeña jamás se sentirá intimidada por las miradas, las palabras o los ‘gestos’ de algún tipo, la conozca o no. Que no tendrá que escuchar comentarios obscenos de nadie disfrazados de piropos. Que no tendrá que soportar carantoñas o arrumacos al límite de lo indecente como algo amistoso o cariñoso. Que no tendrá que aguantar miradas lascivas e indecorosas lleve la ropa que lleve. Que ningún amigo, compañero, jefe o desconocido podrá herirla impunemente bajo una falsa confianza o amabilidad que no es más que un modo de abuso.
Es un alivio pensar que esos comportamientos son hoy reprobados por una gran mayoría.
Que no hay excusas, eufemismos o excepciones que validen y justifiquen ese tipo de conductas machistas y retrógradas. Y que, por el contrario, suponen escándalo, se señalan y se penalizan.
Desprendámonos de una vez por todas de ese romanticismo caduco –en el mejor de los casos -que no hace más que perpetuar un modelo de relaciones de sometimiento y subyugación. Un flirteo hortera, casposo e indecente, que pone a la mujer en situaciones verdaderamente incómodas y desagradables.
Y es que los besos nunca deben ser robados. No hay nada de romántico en eso. Los besos se dan y se comparten, lo demás es una agresión.