Desde mi picoesquina

23-j: Toca ponerse las pilas

Las ideas de avance y progreso deben prevalecer sobre las siglas y, por supuesto, sobre las personas. Toca ponerse las pilas

Ilustración de Enrique Carmona

Ilustración de Enrique Carmona

Diego Jiménez

Diego Jiménez

De entrada, advierto que redacto estas líneas el pasado fin de semana, en unos momentos en que se precipitan los acontecimientos políticos en el país y que pueden cambiar de un día para otro por lo que es arriesgado aventurar, a priori, un pronóstico sobre el devenir de esos acontecimientos.  

Parece claro que el golpe de efecto dado por Pedro Sánchez al convocar las elecciones del próximo 23-J con tanta precipitación pretende varias cosas: frenar el discurso triunfalista del PP y su consolidación territorial; incentivar la movilización de amplios sectores de la izquierda absentista; acallar las discrepancias internas procedentes de las baronías territoriales del PSOE; y lanzar un mensaje a las fuerzas políticas ubicadas a su izquierda a que se coordinen para evitar un eventual Gobierno PP-Vox, aunque las últimas declaraciones de la ministra portavoz, Isabel Rodríguez, dan a entender que el PSOE aspiraría a concentrar el voto útil a su izquierda. En realidad, llegado el momento, el PSOE necesitaría los votos del espacio que ahora lidera Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, que debería arrebatar el tercer puesto a Vox, para hacer mínimamente viable una suma de mayorías en el Congreso. 

En este contexto, la conversión, hace unos días, de la plataforma Sumar en partido político instrumental por parte de Yolanda, obligada a mantener contactos y llegar a acuerdos en un cortísimo espacio de tiempo con no menos de 15 fuerzas políticas, es el primer paso para la anhelada unidad de la izquierda, dejando a un lado los personalismos, los recelos, los agravios y las obsesiones, y centrándose en pactar un programa común de mínimos, tan viable como necesario, que dé respuesta a las urgentes necesidades sociales, en la línea de lo que José Mujica, expresidente de Uruguay, denomina ‘programa corto’. 

Los resultados del 28M fueron claros, así no se puede continuar; a título de ejemplo, el batacazo electoral de la izquierda, por no ir unida, en Huesca, Alcalá de Henares, Calviá y Ponferrada son ejemplos claros en ese sentido. Los votantes de izquierdas llevan pidiendo unidad a sus líderes desde Vistalegre II. Y eso era en 2017. 

Mujica lo tiene claro. En una reciente entrevista a un medio digital, recuerda que España, durante la Segunda República, pagó un precio trágico en su historia por la confrontación entre socialistas, comunistas y anarquistas, lo que restó fuerzas para luchar contra el franquismo. Lo mismo que le pasó a la izquierda alemana, lo que dio alas a Hitler. 

Según él, es un disparate que la izquierda no se pueda unir. «Podemos tener muchos defectos y muchas limitaciones, pero cualquier gobierno de izquierda, por malo que sea, siempre va a tender a acordarse de lo más postergados en la sociedad […] No estamos sólo para discutir programas en un café o en un torneo de carácter intelectual, estamos para servir a la gente más postergada, porque nuestro hilo conductor más profundo es que pertenecemos a esa pata que planteaba la Revolución Francesa, la igualdad», afirmaba.

Es innegable que este gobierno de coalición ha hecho cosas razonablemente bien (mucho mejor que la devaluación salarial y la congelación de pensiones de Rajoy): los ERTE en la reciente crisis de la Covid, la subida del salario mínimo interprofesional, la reforma laboral, que ha permitido reducir las cifras del paro del 26 al 12%... Pero otra cosa es la percepción de la ciudadanía. Los votantes del 28M -una parte de los cuales se ha mostrado receptiva a los cantos de sirena provenientes de la derecha, deseosa, desde el triunfo de la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez al poder, de derribar al Gobierno- han percibido también que, pese a los indudables avances sociales, el coste de la cesta de la compra es inasumible, los alquileres de la vivienda se disparan, así como la amortización de sus hipotecas, que la inflación adelgaza sus salarios… Ante ello, la izquierda ha de hacer ímprobos esfuerzos por consolidar actuaciones visibles y reclamadas por el común de la gente, a saber: más ayudas a las familias, extensión del bono social eléctrico, aumento de las pensiones no contributivas, deflactación de la tarifa del IRPF para las rentas medias y bajas, un parque público de viviendas, pero de alquiler, presiones hacia Europa para dejar sin efecto una política monetaria injusta e ineficaz, que se ceba con las familias más endeudadas y pobres, abandono de la deriva belicista impuesta por la guerra de Ucrania…

Y para que la izquierda del PSOE, unida en torno al nuevo partido Sumar, vuelva a contar con el apoyo del electorado absentista y progresista son precisas dos condiciones: primer, ganar la batalla de la comunicación y segundo, acertar en qué medidas de las expuestas arriba van a gozar de mayor receptividad por la ciudadanía

Añadiría un tercer aspecto, y no menor, la generosidad. Cuando es evidente que lo que se dilucida en este apretado calendario electoral es la recomposición, en un tiempo récord, de ese espacio a la izquierda del PSOE, las organizaciones políticas que están llamadas a protagonizarlo han de ser capaces de anteponer los anhelos sociales de ese cambio sobre intereses partidistas, sobre todo en zonas como la Comunidad Valenciana y la Comunidad de Madrid, en donde el hundimiento electoral de Unidas Podemos (UP) tentaría a Compromís y Más Madrid, respectivamente, a reivindicar un espacio claramente preeminente. De hecho, Compromís (mal empezamos), recordando sus choques anteriores con UP, exige que sus siglas han de encabezar las candidaturas en Castellón, Valencia y Alicante, un requisito innegociable. 

Y en la Región de Murcia, mal empezaríamos también si, llegado el día límite de presentación de una candidatura conjunta (escribo esto con todas las reservas expuestas al inicio de este artículo), no hubiéramos sido capaces de superar las anteriores desavenencias entre el espacio de UP y Más Región, que creo que hay que superar.

En suma: las ideas de avance y progreso deben prevalecer sobre las siglas y, por supuesto, sobre las personas. Toca ponerse las pilas.

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