El prisma

De las elecciones locales a las generales: Ruido o nueces

Ahora toca correr antes del día límite para presentar coaliciones. Quienes más han de flexibilizar su postura son quienes más rígidos fueron basándose en una supuesta hegemonía dentro de la izquierda de la izquierda

J. L. Vidal Coy

J. L. Vidal Coy

Poco queda para añadir a las pasadas elecciones, pero sí merece la pena fijarse en que la derecha tuvo una estrategia exitosa con su falaz planteamiento de «o Sánchez o España» en que se convirtió el inicial «derogar el sanchismo». Le salió de miedo. Casi arrasó, y solo falló en creer que dejaría a la izquierda sin argumento ni sentido, presta para arrastrarse hasta la debacle final en diciembre cual boxeador groggy.

Lo de «sanchismo delenda est!» funcionó a la perfección. Fue compartido tácitamente por Vox ¿Y ahora qué? El tándem Feijóo/Ayuso tendrá que elaborar algún tipo de programa general de gobierno del Estado más allá de su propósito declarado de bajar impuestos, libertad total para tomar cañas, ilegalizar a Bildu y prohibir que la abuela fume. Está claro que el crecimiento en votos del PP provino sobre todo de los ‘desertores’ de Ciudadanos. Feijóo sigue siendo un líder sin un programa nacional de gobierno y sin un equipo solvente técnica y políticamente a su alrededor. La línea se la traza Ayuso, que oye a su Rasputín, Miguel Ángel Rodríguez, y se parece cada vez más a Meloni.

Todo apesta a memoria europea de los años 20 del siglo pasado. Con mucho ruido. Y le ha salido bien a la derecha de toda la vida. Tanto como se contempló en Murcia: a pesar de las grandes expectativas de Vox tras la últimas generales, las maniobras para absorber ‘camaristas’ desencantados y el ingenioso negacionismo ecocida del Mar Menor, la ultraderecha no consigue sino duplicar, que bastante es, sus escaños en la Asamblea. De sorpasso, nanay del paraguay. Aunque venderá caro su apoyo.

Quien debe hacérselo mirar bien mirado es la izquierda, al margen de que el PSRM haya vuelto a no dar la talla y deba encontrar quien la dé. Lo regional puede esperar hasta dentro de cuatro años. Lo estatal, no. Le toca a la izquierda de la izquierda, sobre todo, ponerse del revés y ver si fue correcta la estrategia de marcar casi más diferencias con el PSOE que con el PP.

La acción conjunta del gobierno estatal ha dado bastantes nueces. La última, cifra récord de empleo. Prometía más: el corte abrupto de la legislatura deja 60 proyectos de ley en el cajón. Si el frémito de la derecha funcionó electoralmente, cabe preguntarse si el ruido en la izquierda de la izquierda, y fundamentalmente el pablismo, ha sido contraproducente. Parece que sí. La cerrazón de Podemos a contemplar una acción electoral conjunta con otros partidos similares ha perjudicado mucho: su electorado alucinó con la incapacidad para confluir con programas casi idénticos y huyó en masa. Razón: personalismos y dogmatismos académicos. Resultado: nulo.

Ahora toca correr antes del día límite para presentar coaliciones. Quienes más han de flexibilizar su postura son precisamente quienes más rígidos fueron basándose en una supuesta hegemonía dentro de la izquierda de la izquierda

Lo típico: antes cabeza de ratón que cola de león. Y mucha, mucha superioridad moral. De esa que tanto gusta a la derecha decir que presume falsamente la izquierda. Si algo perjudica en política, y en otros campos, es ir de sobrado

Revestirse con la capa regia tiene el riesgo de que un súbito viento la levante y quede al descubierto que bajo ella había muy poco.

Ejemplo palmario fue Huesca. Cuatro partidos de izquierdas separados (Podemos, Cambiar, Equo y Cha) quedaron fuera por unas decenas de votos con los que habrían llegado al 5% que otorga representación municipal (1.225), en total 4.390 votos. Vox, con menos de la mitad, consiguió tres concejales. Gobernarán probablemente PP y ultraderecha. Clarinete. Para quien quiera oírlo. Quien no, puede seguir haciendo ruido y quedarse sin nueces. Entonces, el PSOE quedará como única izquierda electoralmente posible el 23-J.

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