La Opinión de Murcia

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Bernar Freiría

Pasado de rosca

Bernar Freiría

Coaliciones, elecciones, estamos hasta…

En el PP están eufóricos, no es para menos. Han arrebatado comunidades autónomas y alcaldías que se podían considerar feudo socialista y han superado claramente en votos a su antagonista

Pedro Sánchez. RRF / PIM

Lo primero que hay que agradecer a Pedro Sánchez por haber disuelto las Cortes y convocado elecciones generales el 23 de julio es que ha acortado considerablemente la exposición de los ciudadanos al ambiente tóxico de un periodo electoral que iba a extenderse hasta casi finales de año. Afortunadamente, en poco más de mes y medio habremos solventado el asunto y, sea cual sea el resultado de los comicios, el ambiente se volverá más respirable. Demos gracias.

Los analistas parecen coincidir en que el PSOE se ha pegado un batacazo importante. También UP ha sufrido un fuerte descalabro, aunque eso parece importarle menos a los analistas. No seré yo quien les lleve la contraria. Dicen también los mismos analistas que el PSOE se ha dejado arrastrar por el PP a disputar una elecciones municipales y autonómicas en clave nacional. Más en concreto, que los pasados comicios se han convertido en un plebiscito sobre el sanchismo. Coincido también. Pero añado que en ese «dejarse arrastrar» ha jugado un gran papel el carácter narcisista del plebiscitado Pedro Sánchez, quien se ha sentido a gusto siendo el centro de atención y se ha erigido en protagonista absoluto de la campaña, prodigándose en apariciones estelares por toda la geografía hispana, convencido de que el mejor antídoto para el antisanchismo era él mismo, persuadido como está de su valía y de sus logros. No diré yo que valía y logros sean escasos, pero sí que su brillo ha eclipsado a los socialistas que disputaban alcaldías y presidencias de comunidades autónomas y que también habrían podido hacer valer sus ejecutorias. Además ha querido contrarrestar el antisanchismo visceral con la versión apolíneoracional de sí mismo; craso error. Si los disparos van dirigidos bajo la línea de flotación, es inútil guarecer la parte del casco que sobresale a la misma.

En el PP están eufóricos, no es para menos. Han arrebatado comunidades autónomas y alcaldías que se podían considerar feudo socialista y han superado claramente en votos a su antagonista. Sin embargo, dependen de Vox para muchas mayorías. Y si la dependencia de otros para gobernar siempre es un grano en el culo, el hecho de que el grano sea Vox lo convierte en forúnculo. Por otra parte, si hiciéramos la siempre arriesgada extrapolación de los resultados de las pasadas elecciones a unas generales, la suma de PP y Vox podría no bastar para la necesaria mayoría absoluta que hiciera presidente del Gobierno a Feijóo —que no puede seguir en un segundo plano por más tiempo sin que lo devore Ayuso—. Luego tienen que crecer algo más si no quieren morir en la orilla y seguir en la oposición una legislatura más. Por eso van a sobar todavía más el cansino pero eficaz mantra de la «abolición del sanchismo». El PSOE tendrá que encontrar un antídoto que no sea una vez más exhibir a Sánchez y sus logros, porque ya se ha visto que no funciona.

En todo caso, hay partido. Si las derechas consiguen crecer un poco más, tendremos un gobierno de coalición que nos aproximaría al modelo húngaro, cosa no deseable ni deseada en la UE. Y si son las izquierdas las que logran mantenerse o estirarse un poco más, tendremos un gobierno de coalición con apoyo parlamentario de siete u ocho grupos. El PSOE como fuerza hegemónica de esa coalición en la pasada legislatura ha mostrado grande maestría para lograr el consenso en numerosas leyes que ha conseguido sacar adelante cuando lo más lógico habría sido la parálisis legislativa al depender de tantas voluntades. Sin embargo, el final de la legislatura, con sus chapuzas legales y sus disensos, muestra a las claras lo proceloso de un nuevo periodo de cuatro años con ese horizonte.

En fin, que sin coaliciones no hay paraíso. Y esperemos que con ellas no descendamos a los infiernos.

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