Tribuna Libre

El estilo lo es todo

Juan Tallón

Juan Tallón

Escribo con estilo sobre cosas vulgares», explicaba Martin Amis de su método de trabajo en los 70 y 80, y añadía, para hacer entender la mezcla de drama y humor que se reflejaba en sus novelas, que era «un escritor cómico que escribe sobre el dolor». Muchos caímos rendidos a él en España, cuando se tradujeron Dinero, Campos de Londres o La información, por su mordacidad, ingenio, atrevimiento, disparatada provocación y obscenidad, petulancia, lujuria y el constante tour de force lingüístico. Ay, ese estilo.

Christopher Hitchens cuenta en sus memorias que «Martin nunca dejaba que la amistad tuviera prioridad sobre su primer amor, que era, y es, el idioma inglés». Podía llevar la vigilancia de las expresiones vagas y rancias a extremos casi paródicos, contaba su amigo, como cuando se encontró en las palabras «facciones hermosas y endurecidas» en la primera página de 1984 y durante un tiempo se negó a avanzar en el libro

Desde su primera novela desarrolló un estilo vertiginoso, distinto al de todos los autores de su generación, y con el que capturó la esencia de la posmodernidad mejor que nadie. Tom Maschler, director entonces de la editorial Jonathan Cape, cuenta que lo conoció cuando era «un chaval de 18 años que no manifestaba el menor interés en escribir una novela», pero él tuvo ese pálpito y lo animó a que le enviara la primera en caso de que llegara a escribirla.

Cuando Amis cumplió los 24, Maschler publicó El libro de Rachel. Lo que vino después es la historia de un escritor que se decidió a abrir la ventana de la narrativa inglesa por el método de atravesar el cristal y saltar, con todas las consecuencias, pensando solo en que sería bonito volar. 

Creo que el impacto de sus primeros libros en los lectores españoles empujó a bastantes a desear convertirse en escritores y ser como él, aunque Amis era inalcanzable e inimitable. Se hacía imposible no leerlo, aun cuando las novelas que siguieron a las de los 80 y 90 ya no nos interesasen tanto. Quizá solo con él estábamos dispuestos a perdonarlo todo en nombre del placer que nos dio, del buen recuerdo que nos dejaron las primeras novelas. 

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