Las trébedes

A quién le importa

Ilustración de Enrique Carmona.

Ilustración de Enrique Carmona.

Carmen Ballesta

Carmen Ballesta

Estrenamos parlamentos y gobiernos en 12 comunidades autónomas que suman más de 23 millones de habitantes de España, aproximadamente el 50% de la población. En teoría, nuestros representantes políticos reciben de los ciudadanos el mandato y el poder para afrontar los problemas de la sociedad y ponerles remedio. Como todos andamos en general muy liados con nuestros asuntos privados, necesitamos -y sufrimos- que, unos días antes de las votaciones, los candidatos salgan a las calles y a los medios, y nos pongan al día de los principales problemas a la vista, y nos expliquen las soluciones más o menos viables que cada uno propone. En el caso de elecciones autonómicas y municipales, justamente deberíamos haber podido enterarnos de cuáles son, para los partidos políticos, los problemas más acuciantes de nuestro entorno más próximo, de nuestro municipio y nuestra comunidad autónoma, y qué planean hacer para afrontarlos. En teoría.

Bajo el postulado de que se gasta más en lo más importante, veamos cuánto importa la educación. La media de gasto en educación en los presupuestos para 2022 de las 17 comunidades autónomas es del 20,21%. En el caso de Murcia, para 2023, la partida asciende a 1.547,7 millones de euros de un total de 6.029,6 millones de gasto en los Presupuestos de la Carm. Dicho de otra forma, de cada 100 euros, casi 26 se aplican a educación en Murcia (y 73 entre educación y sanidad). Durante esta última campaña electoral no ha podido escucharse ni una propuesta concreta sobre educación, y desde luego en la publicidad enviada con el voto a los hogares ningún partido se refiere a tal cosa. En toda la campaña electoral no se ha escuchado, ni leído, ni visto ningún discurso de ningún partido, de ningún candidato, en ninguna parte (quizá exagero, no he escuchado, leído ni visto todos) que abordase concretamente alguno de los graves problemas que tenemos en el ámbito de la educación en nuestra región. Sí, «tenemos», en plural, porque, por si alguien aún no lo sabe, los problemas del ámbito educativo son de todos en un sentido muy literal. Pues tiene bemoles que no se hable para pedir el voto de aquel ámbito al que se destina el 26% del presupuesto regional. Y del que dependen, en último término, la calidad de vida, el bienestar social (la pobreza educativa se multiplica en otras pobrezas), la verdadera libertad de los ciudadanos (las posibilidades efectivas de elección de profesión) y hasta la situación económica (a menor capacitación académico-profesional, menor estatus económico) en nuestra sociedad.

Así pues, hemos asistido a otra ocasión perdida para saber qué piensan hacer nuestros representantes al respecto. 

No se entiende que el problema de la educación en España, que empezó a agrandarse hace ya más de 10 años, no haya trascendido a la esfera pública. Cada uno brega con sus niños, con su fracaso escolar, con su absentismo, con sus autolesiones, con su bullying, con sus agresores o agredidos, sea ‘uno’ niño, adolescente, padre, madre, tío, tía, vecina, profesor, maestro, directora, orientador o jefe de estudios. En España, y particularmente en Murcia, tenemos grandes bolsas de pobreza, y ya escandaliza que todavía alguien aparente no saber que esta se acompaña habitualmente de muchos otros graves males. Los centros educativos son una institución perfecta para detectar y afrontar problemas que de otra forma pueden pasar desapercibidos hasta que son más graves o incluso irreparables. Pero si las administraciones no ofrecen medios, recursos o como quieran llamarlos para abordarlos; si en las campañas electorales nadie habla de ellos y a nadie le extraña que no se hable; si seguimos ocultando en nuestro entorno que nuestros hijos sufren acoso, o se autolesionan, o son acosadores, o se pasan el día empantallados, o no comen, no hablan, follan ‘on line’, no estudian, no salen…; si seguimos sin tomarnos en serio la formación del profesorado o la selección de los directivos de los centros educativos; si seguimos apostando por ‘la concertada’ como si el hecho de la concertación resolviera los problemas educativos, entonces caminamos hacia el desastre, y perdonen lo apocalíptico.

Por ejemplo, los problemas mentales parecen haberse materializado recientemente como un hecho que afecta a todos los sectores sociales, con especial incidencia entre los pobres. Al daño causado por la crisis de 2008 se ha sumado el de la pandemia. Urge superar atávicas culpabilidades e implementar verdaderos servicios públicos que afronten los problemas. Los profesores, directivos y orientadores, en general, llevan años con una sobrecarga creciente de trabajo y de problemas en las aulas, porque las ratios que estableció la Logse ya no se compadecen con la realidad diversa del alumnado actual. Y parece que a nadie le interesa hablar y que a nadie le importa que no se hable de algo en lo que nos gastamos uno de cada cuatro euros. A nadie le importa.

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