La Feliz Gobernación

'PP y Vox, amigos irreconciliables', por Ángel Montiel

López Miras mantiene un discurso poco sofisticado, lleno de frases hechas y recurrentes, que pone poco acento en lo público salvo cuando tiene que recurrir a la subasta electoral y que recurre con extraordinario automatismo al victimismo. Pero esto, que podría verse como una limitación, quizá resulte una cualidad que le permita conectar con el nivel general de las exigencias

Ángel Montiel

Ángel Montiel

España o Sánchez». Así de dramático lo ha puesto la factoría Feijóo en el tramo final de la campaña. Y todo para que en el momento de depositar el voto nadie piense en el funcionamiento de la educación o la sanidad públicas o en los baches de las calles. Es España lo que está en juego; la elección del alcalde de tu localidad es un rito de paso, un trámite anecdótico. La patria se hunde en manos de la izquierda, y hay que salir a rescatarla. En realidad, a quien hay que socorrer es al propio Feijóo, que se enfrenta a su primer test electoral como el líder que vino a salvar al PP tras el fiasco Casado/Teodoro y con Ayuso como rueda de repuesto, presta a madrileñizar España.

Para el PP, las de hoy son unas generales adelantadas. Dice el sociólogo Michavilla, factotum de la demoscópica Gad3, que si a las diez de esta noche el PP suma en el conjunto de las municipales un millón de votos más que el PSOE, Feijóo será presidente del Gobierno. A eso vamos. El gallego ya ha dicho que si no gana en noviembre se retitará, así que la clave es nacional, y el formato, un plebiscito. Hay que echar el todo por el todo y, sobre todo, hay que echar a Sánchez. De no hacerlo, la derecha pepera entrará en una nueva crisis, y a partir de ahí puede pasar de todo, desde el sorpasso de Vox hasta la revolución Ayuso, que sería desestabilizadora para los estatus de muchos dirigentes autonómicos, pues podría hacer en las Comunidades lo que ya ha hecho en Madrid: renovar hasta el apuntador. 

Por su parte, y en correspondencia, el PSOE ha entrado al trapo, aunque su actitud, más que de avance es de resistencia. Entre todos han traído noviembre a mayo. 

PARTIDO POPULAR. Pero si dejamos de hacer guardia bajo los luceros, que ya sabemos que simbolizan la patria, y vamos a lo que toca, que es poner la mirada a ras del doméstico terruño, hoy sólo hay un factor de incertidumbre: si el PP podrá gobernar en solitario o tendrá que cargar con Vox. A pocas horas de las urnas, estamos como estábamos hace un año, por lo menos. ¿Sirven para algo las campañas electorales? Los expertos dicen que bien poco, porque los motivos que justifican el voto se van sembrando a lo largo del tiempo. Pero si nos atenemos a lo que han venido marcando las encuestas es posible constatar que el PP se ha ido afianzando progresivamente hasta ponerse tan cerca de la mayoría absoluta que podría sospecharse que con un empujón de última hora podría alcanzarla. Impresiones que no casan con la gran emergencia que se le supone a Vox, pues lo lógico es que la cuota del 60% alto que tradicionalmente se apunta la derecha en la Región de Murcia se reparta básicamente entre esas dos formaciones, de modo que un paso adelante de una signifique un paso atrás de la otra.

Aunque en las campañas electorales se suele huir de afirmaciones rotundas que hayan de ser desmentidas pocos días después de las elecciones, PP y Vox han comprometido actuaciones muy tajantes. Fernando López Miras, conforme las encuestas le han ido acercando a la cifra mágica del 23, ha insistido con más frecuencia en que su próximo Gobierno no será de coalición. Lo justifica en que los de este tipo no son operativos, y alude a su propia experiencia con Ciudadanos. Al hacer esto, también envía un mensaje a aquellos que no valoran positivamente la gestión de estos cuatro años: no ha podido ser del todo buena porque su mano estaba suspendida por las interferencias del partido coaligado. 

Pero esto sólo podría ser verdad durante los primeros dos años, pues tras la fallida moción de censura en el ecuador de la legislatura los consejeros que entraron a su Gobierno por la cuota de Cs y exVox, convertidos en trepatrans, se arrastraron por su alfombra. A partir de aquel momento, López Miras tuvo un Ejecutivo de mayoría absoluta con respaldo parlamentario sobrado y con la presidencia de la Asamblea recuperada. Otra cosa es que no podía cambiar a las dos consejeras prestadas por Cs, con independencia de su competencia para los respectivos cargos, que es nula; sólo se han dedicado a florear, a usar el coche oficial y a viajar de gañote por medio mundo. Pero el presidente ha apuntalado esos departamentos con personal de su confianza, y en el caso de la vicepresidenta, finalmente la dejó sin competencias, es decir, la destituyó manteniéndole el sueldo.  

López Miras se arriesga a decir que no dirigirá un Gobierno de coalición con Vox a sabiendas de que éste no tiene otra que investirlo y apoyarlo parlamentariamente. Pero también José Ángel Antelo ha sido preciso en sus condiciones: no habrá apoyo de Vox si López Miras no retira o modifica la Ley del Mar Menor. Puede que Vox se viera en un callejón sin salida en caso de que López Miras se mostrara intransigente a esa demanda, que se mostrará, y ya lo ha advertido, entre otras cosas porque la Ley del Mar Menor es un sumario de mínimos que no sólo no afecta a la agricultura intensiva sino que la legitima al imponerle leves condiciones. 

Por otro lado, Vox no puede reportar a su electorado el apoyo gratis a López Miras, entre otras cosas porque quienes votan a los abascales son tan desafectos al PP como la propia izquierda. Además, algo deberá concertar, y con abierto alcance, pues ahí está el ejemplo reciente de la Comunidad de Madrid, donde Vox no votó los presupuestos de Ayuso a pesar de mantener un pacto parlamentario. Tal vez si la madrileña obtuviera hoy la mayoría absoluta, López Miras podría aleccionar a Vox con el ejemplo. 

El pulso, grande o pequeño, entre PP y Vox es la única incógnita de estas elecciones, a no ser, una de dos: que el PP alcance la absoluta, o bien que pudiera sumarla con un tercer agente, el MC de José López si es que éste consiguiera acceder al Parlamento regional. Caso remoto, pero no debemos sacarlo del cesto.

LÓPEZ MIRAS. Por lo demás, visto que López Miras llega con inusitada fuerza a estas elecciones a pesar de todos los pesares, no habría que regatearle méritos. Admitamos que ha crecido desde que heredó la presidencia, que ha hecho desaparecer muchos prejuicios a su alrededor, que ha fintado políticamente al límite con éxito y que al ir adquiriendo seguridad y fortaleza ha ido perdiendo a la vez la piel fina que le hacía ser extremadamente sensible a las críticas. Es verdad que mantiene un discurso poco sofisticado, lleno de frases hechas y recurrentes, que pone poco acento en lo público salvo cuando tiene que recurrir a la subasta electoral y que recurre con extraordinario automatismo al victimismo. Pero esto, que podría verse como una limitación, quizá resulte una cualidad que le permita conectar con el nivel general de las exigencias. Su déficit, hasta ahora, es la gestión, lo cual no es poco, y la falta de un marco claro que identifique el modelo de Región para el que trabaja, lo cual es mucho, aunque tampoco vemos que haya alternativa que lo prefigure. Pero lo que está claro es que de entre todos los que juegan a la política en la Región, López Miras es quien mejor se sabe el oficio, y por esto sobrevive, se consolida y avanza.

VOX. El PP, ya que no tiene enfrente a la izquierda, sin embargo se enfrenta a su propia escisión, Vox, que en la Región de Murcia dispone de un plus sobre todo su aparataje ideológico: el arraigo en los sectores más poderosos de la agroindustria y actividades afines. El insólito lema «Riega» con que Antelo se exhibe en los carteles es un tributo en toda regla al voto añadido de ese partido en Murcia. Pero Vox es un suflé, que igual que sube con rapidez podría bajar si el PP pillara el truquillo, y a este efecto juega Feijóo, de ahí su proclamada irreductibilidad a tomarlo como socio referencial. López Miras está obligado a no fallar en este aspecto de la cuestión, pues tiene la encomienda de Génova para no prefigurar en la Región futuras coaliciones en el Gobierno de España. 

Vox acude a estas elecciones advertido por dos noticias, una buena y otra mala: la buena es que las encuestas predicen un elevado crecimiento, que dobla su representación de 2019 y hasta podría dispararse aún más; la mala es que de nada le serviría esto si el PP consigue manejarse por sí mismo, como parece que podría ocurrir tanto en la Asamblea Regional como en el ayuntamiento de Murcia. Ahí está el ejemplo de Andalucía: aumentaron su representación en dos diputados, pero la impresión es que perdieron, pues la mayoría del PP los dejó arrinconados en el Parlamento. El problema de Vox es que sin parasitar al PP se queda en testimonial, tenga más o menos diputados. 

¿Contemplamos la posibilidad de que el PP quede a una distancia importante de la mayoría absoluta que le obligue a pactar el Gobierno con Vox? Este análisis sería mejor encomendárselo a Alberto Chicote, el de Pesadilla en la cocina.

PSOE. En cuanto a valorar cómo llega el PSOE a estas elecciones requiere de un ejercicio de melancolía. Nunca van a tener una oportunidad como ésta, con un presidente del PP por hacer, con un Gobierno Frankostin integrado en su mitad por una caterva de aventureros de Cs, un Mar Menor que estalló tras más de veinte años de gestión de los populares, un Vox emergente que partía en dos a la derecha y con un Gobierno central en sus manos, que les habría podido proporcionar un protagonismo importante y una estrategia decisiva. Han tenido tiempo para crear un liderazgo creíble, para ingeniar un proyecto, para entrar con solvencia en los sectores sociales cooptados por el PP, para abrirse más allá de una militancia menguada y aherrojada. No han hecho otra cosa que protestar por todo, dar manotazos al aire y apelar a una sociedad a la que ya no reconocen. Acuden sin interlocutores intermedios, confiados en la inercia, en fidelidades históricas, tan sólo con la promesa proclamada de que los dejen demostrar que pueden ser mejores que los que hay. Les llegará el voto en muchos casos de quienes, considerando que no deben renunciar a ese derecho, no encuentran un sustituto. Hay una nueva modalidad de votante del que se van a beneficiar, que he descubierto en conversaciones de terraza: «Yo los voy a votar por lástima». No pueden promover ilusión cuando se limitan a la resistencia. Si causa perplejidad que el PP avance a pesar de su gestión ¿cuánta no provocaría que el PSOE, en esas circunstancias, retrocediera? 

El desplome socialista que anuncian las encuestas podría conducir a la dimisión de Pepe Vélez en la misma noche electoral, y si así sucediera, o aunque no diera ese paso, se percibiera como preciso, la pregunta sería: ¿Cómo es que no fue capaz de anticipar ese remate cuando decidió liderar la candidatura en vez de impulsar una solución más abierta?

PODEMOS. Podemos disfruta en la Región de Murcia de un plus similar al de Vox, es decir, aquí está más fuerte que en casi ningún otro lado. De hecho, Podemos existe a trechos. Hay muchas provincias donde sencillamente está institucionalmente ausente, y en casi todas las encuestas lo sitúan en decadencia. En esta Comunidad, sin embargo, según los sondeos, crece, dobla diputados hasta alcanzar la representación que obtuvo cuando se estrenó, tal vez en esta ocasión como refugio de una parte del voto socialista, aunque esta previsión parece frágil. Pero Podemos está roto por dentro, en el Gobierno de la nación y en la Región de Murcia como se escenificó a ojos de todos en el debate televisado. La actual coalición con IU presenta un problema inmediato: si saliera elegido el tercero de la lista, Álvarez-Castellanos, podrían preverse convulsiones en el Grupo Parlamentario, pues la perspectiva es que IU se alíe con Yolanda Díaz para las generales, elecciones a las que Podemos, según vamos viendo, acudiría por libre. Se repetiría, pues, la situación actual: un Grupo Parlamentario con diputados cuyas formaciones compiten electoralmente por separado fuera del mismo. Y ya sabemos cómo trata Podemos a sus disidentes. 

La valentía de la que presumen está exenta de la necesaria humildad. Han autoproclamado a María Marín jefa de la oposición por el hecho de que sea quien más gesticula, y la mayoría de las soluciones que promueven consisten en trasladar actividades privadas al sector público, sin reparar en que esto ya lo ensayó el franquismo con el INI. No obstante, es una voz de contrapeso al gran poderío de la derecha que una sociedad plural no debe permitise perder. En la Región de Murcia siempre ha tenido su espacio. 

«Sánchez o España». Y la casa sin barrer. El gran problema de la corrupción es que cuatro mataos han comprado votos en un pueblo abandonado de esta Región, pero los promotores de los regadíos ilegales siguen marcando tendencia en el voto. A la derecha no hay quien la mueva, y la izquierda está para hacerse un rosario con sus dientes de marfil. Es lo que hay. 

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