El blog del funcionario

Servicios públicos en juego

Miguel H. Valverde

Miguel H. Valverde

El próximo domingo se elige mucho más que a nuestros representantes. La gran fiesta de la democracia no es solo el día que se juzgan cuatro años de gestión, sino cuales van a ser las políticas públicas los cuatro siguientes.

El futuro de la educación pública, frente a una educación privada, que sigue ganando año tras año peso, no solo en la comunidad educativa obligatoria, sino en la no obligatoria, la probable privatización y externalización hacia la sanidad privada, el desmantelamiento o fortalecimiento de los servicios públicos de empleo, si los servicios sociales siguen deteriorándose o por el contrario se revierten muchas de las extintas políticas públicas, si Medio Ambiente sigue siendo un coto privado y los empleados públicos continuan brillando por su ausencia, o por el contrario, se apuesta por intentar convertir a la administración en el mayor garante de su protección.

El domingo 28 de mayo, un millón de murcianos elegimos a nuestros concejales, que a su vez, eligen en cada ciudad o pueblo a su alcalde o alcaldesa, y también otorgamos a 45 personas la responsabilidad de recuperar la imagen y representatividad de una Asamblea Regional prostituida y humillada en estos últimos cuatro años, como nunca se había vivido en nuestra joven democracia autonómica.

Si libremente decidimos de manera mayoritaria que quienes proponen que sea la gestión privada presten servicios públicos esenciales como la educación, la sanidad, empleo o los servicios sociales, no sería lógico que al día siguiente nos quejáramos cuando se nos dote de una sanidad a dos velocidades, una para ‘ricos’ y otra para el ‘resto’, que en nuestros colegios hayamos preferido que suene el himno español al entrar, a que cambien los modelos pedagógicos o que las ratios sigan siendo demasiado elevadas, o peor aún, la bandera no puede tapar las numerosas deficiencias que siguen lastrando a la educación pública en muchos colegios, o que nos enfademos porque apenas haya un profesional por cada diez personas dependientes en una residencia o un centro ocupacional, y todo esto en nombre de una falsa libertad.

Si apostamos porque nos den un cheque para llevar a nuestros hijos a la guardería que elijamos, sin importarnos el fondo del problema o las quejas de los profesionales, si te llaman de un policlínico para hacerte una resonancia que llevas seis meses esperando sin importarte la calidad de la misma, o nos conformamos porque sea una ETT quien gestione una situación de paro de larga duración, que muy bien puede ser tu hijo o tu hermano, o incluso a tu padre o madre, no vale el día de mañana ponernos a llorar por las esquinas, si la objetividad da paso a la subjetividad, y la solidaridad y la igualdad desaparecen de lo público.

Algunas voces autorizadas vienen alertando del peligro de privatizar los servicios públicos, que la experiencia nos dice que después de procesos externalizadores, donde unos pocos han hecho un gran negocio, llegan los problemas sociales y económicos en la prestación del servicio, tras un paso penoso por el limbo de la calidad del mismo, y al final, una vez más, terminan socializándose las pérdidas, y de nuevo se repite la historia con la vuelta del hijo pródigo.

No es nuevo que los servicios públicos, una vez privatizados, han tenido que ser rescatados por la propia administración, pero el próximo domingo, lo que a nivel de administración pública se decide, es el futuro de miles de puestos de trabajo públicos.

Podemos apostar por dar un paseo por la cuerda de la privatización, por fortalecer los servicios públicos tal y como los conocemos, o reinventarnos, siendo conscientes de que nos sobra grasa y nos falta mucho músculo o fibra, y sería bueno que seamos conscientes de lo que está en juego.

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