Jodido pero contento

Una crisis climática a la que España no pone solución

Dionisio Escarabajal

Dionisio Escarabajal

Según la OMM (Organización Meteorológica Mundial), un grupo de científicos predice que en los próximos cinco años el planeta superará los 1,5 grados de exceso en la temperatura media, que marca el hito de un recalentamiento catastrófico de fatales consecuencias para la estabilidad climática. Este hito, que teóricamente se alcanzaría a mitad de siglo, si no tomábamos medidas urgentes y extremas, según han advertido las sucesivas convenciones sobre el clima impulsadas por la ONU, se adelantaría dramáticamente debido a la falta de acciones decisivas por parte de los gobiernos y por la ocurrencia sobrevenida de El Niño, un fenómeno que agudiza los acontecimientos climáticos en curso. No ha hecho falta esperar mucho para contemplar los efectos de este fenómeno en las inundaciones del norte de Italia, las de mayor intensidad de los últimos cien años en esa zona del mundo. Igualmente no hay que descartar que en este próximo lustro suframos tormentas catastróficas, unas ‘Dana’ agravadas, en nuestra región.

Mientras tanto, nuestra Ministra de Transición Ecológica y Emergencia demográfica (ahí es nada), Teresa Ribera, una talibana ecologista que parece haber desembarcado hace unos pocos días del Rainbow Warrior, se permite el lujo de advertir a los franceses que se impedirá la exportación de energía desde España a Francia en el caso de que este país utilice la energía nuclear para fabricar hidrógeno rosa (denominado así por relación al hidrógeno verde, fabricado a partir de renovables). Por supuesto que los franceses, menudo son ellos, se pasarán por el arco del triunfo las amenazas de nuestra ministra mentecata.  

Y si el gobierno español se pone muy farruco con el tema, simplemente cerrarán el grifo de la conexión energética de la península con el resto de Europa, que necesariamente tiene que contar con la venia de Francia, si no quiere seguir convertido de por vida en la isla energética actual.

Y es que nuestra ministra, y en general la izquierda radical o radicalizada que nos gobierna, no termina de aceptar que la energía nuclear forma parte necesariamente del mix de fuentes de energía necesario para alcanzar los objetivos de descarbonización que evitarán, con suerte, una catástrofe climática irreversible. Cuando no solo Francia, sino países de credenciales progresistas tan impecables como Suecia o Finlandia, han abrazado esta fuente de energía, estable, no contaminante y barata, España sigue erre que erre cerrando centrales nucleares y también impidiendo la construcción de centrales de nueva generación, aún más estables, baratas y no contaminantes. Aquí nos hemos quedado en el Lemoniz Ez (Lemoniz no) de las pegatinas de los etarras y sus compañeros de viaje, que consiguieron enterrar el proyecto de esa central nuclear en Vizcaya, utilizando, entre otros, sus recursos habituales y, en concreto, el secuestro y asesinato a sangre fría del ingeniero jefe de la central, José María Ryan.

Es verdad que estamos siguiendo el nefasto ejemplo de Alemania, que decidió terminar de cerrar sus dos centrales todavía en funcionamiento recientemente, aún en medio de una crisis de abastecimiento sin precedentes por el corte del suministro del gas ruso. Pero esa debería haber sido una razón más para apostar por la energía nuclear, al ver cómo Alemania ha vuelto a consumir en cantidades industriales el carbón de sus minas, a pesar del empeoramiento del vertido de CO2 que ello conlleva, retrocediendo una década al menos en el cumplimiento de sus objetivos de descarbonización. Visto lo visto, me imagino que es cuestión de tiempo que este gobierno decida reabrir las minas de Asturias si eso permite que el aplicado heredero de Rodríguez Zapatero que nos gobierna pueda anudarse una vez más el pañuelo rojo con el logotipo del sindicato minero de la UGT.

Tanta es la estupidez rampante de nuestros políticos, que no deberíamos tomarnos muy en serio las predicciones de los científicos, si nuestros gobernantes no lo hacen. Afortunadamente, los países que cuentan realmente en el mundo, básicamente China y Estados Unidos, tienen en marcha en estos momentos centenares de proyectos de nuevas centrales nucleares de última generación, en las que los residuos se utilizan alimentando nuevos ciclos de producción casi ad infinitum. Estos países, al igual que la Unión Europea en su conjunto, a pesar de la opinión de nuestro gobierno de papanatas, apuestan firmemente por un mix de energías renovables y nucleares para conseguir el objetivo de descarbonización. En concreto se dibuja una estructura equilibrada en nuestro continente con la producción eólica en el Mar del Norte (impulsada exponencialmente por un reciente acuerdo de los ocho países ribereños), la solar en los países del Sur, y la nuclear en Francia, donde supone desde hace años el 70% de su producción. Las tres son fuentes de energía primaria no contaminantes, que se transforman en electricidad o hidrógeno para alimentar los ingenios que los necesitan para operar. 

El objetivo es contar lo menos posible con las energías fósiles, cosa imposible en el caso de España porque la ausencia de nucleares obligará a mantener las centrales de gas de ciclo combinado a plena producción porque son necesarias para respaldar la inestable generación de las renovables.

Las cifras nos han demostrado estos años lo conveniente que resulta para nuestra economía el autoabastecimiento energético. La producción solar emergente en nuestro país (después de una década condenada a un crecimiento raquítico por los inversores debido a la mala gestión de Rodríguez Zapatero y el contumaz Mariano Rajoy) demuestra lo bien que le sienta a nuestra balanza comercial y al crecimiento de nuestro empleo dejar de depender de las importaciones de petróleo. Por no hablar de acabar con nuestra dependencia de las infames autocracias que lo producen. Si hubiéramos impulsado la nuclear, otra energía de autoabastecimiento viable, durante las pasadas décadas, hoy seríamos un país mucho más rico y productivo. Por último, quien haya visto las tres estupendas películas de temática rural que ha producido nuestro país este año, deberían haber tomado conciencia de los problemas que se nos vienen encima con la ocupación de terrenos cultivables por placas solares (Alcarrás), la afección para el paisaje de la eólica (As bestas) y las consecuencias para la naturaleza de las seguías agravadas por el cambio climático (Suro). Como en muchas otras cuestiones, España es un problema y Europa, afortunadamente la solución.

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