Espacio abierto

La violencia estética

Las mujeres están constantemente bombardeadas por los cánones de belleza actuales, como la hipersexualización, la extrema delgadez, el rechazo a la vejez y la búsqueda de la eterna juventud

Pies de una mujer china, notablemente deformados tras el uso de vendas.

Pies de una mujer china, notablemente deformados tras el uso de vendas.

Colectivo de Mujeres por la Igualdad en la Cultura

Desde niñas, las mujeres son educadas para cuidar su aspecto físico. El discurso que oyen desde la cuna va dirigido a valorar su aspecto físico y su presentación, y según van creciendo, incluye comentarios que, con frecuencia, cuestionan su cuerpo y las invitan a la aceptación de las normas establecidas. La importancia de someterse a los cánones de belleza que marca cada época va calando en los pensamientos, los deseos y las aspiraciones de niñas y adolescentes, y contribuye a mantener y perpetuar los estereotipos sexistas. Cuando empiezan a tomar conciencia de su dependencia, tienen que desandar el camino recorrido para alcanzar poco a poco su libertad. Porque les habían hecho creer que es normal un descontento permanente con su cuerpo, y esa sensación no desaparece con los años, y ha producido un gran impacto sobre sus vidas. Además, se les hace creer que es un problema individual, aunque en realidad es un problema estructural y social. Hay que señalar también que los cánones de belleza no están destinados solamente a configurar el aspecto físico. Muchas modas y costumbres van dirigidas a limitar los movimientos de las mujeres, su autonomía. Los corsés son un ejemplo claro. Destinados a crear una figura que resalta, los que se consideran, los atributos femeninos por excelencia: los pechos y las caderas. La presión que ejercen sobre el tórax dificulta la respiración y limitan los movimientos, e impiden hacer esfuerzos, lo que convertía a las mujeres en seres frágiles y dependientes. A pesar de haber caído en desuso, periódicamente aparece en la moda, más o menos transformado, por ser una prenda con gran carga erótica. La liberación de corsés, fajas y ligueros fue trascendental para la salud y el cuerpo de las mujeres. Pero la obsesión de juzgar a las mujeres de todas las edades por su aspecto físico está muy instalada en el imaginario colectivo.

 Uno de los ejemplos más crueles de la imposición de cánones estéticos fue la costumbre de vendar los pies a las mujeres chinas. Destinada a reducir los movimientos para que sus pasos fueran pequeños y delicados. Provocaban terribles dolores a causa de las deformidades que producían en los pies. Y por supuesto sus pasos eran pequeños y les impedían una vida autónoma. En todas las culturas encontramos ejemplos de la imposición de normas que con frecuencia ocasionan deformaciones y dolor al cuerpo de las mujeres.

Esta forma de violencia sobre el cuerpo de las mujeres es la violencia estética. A través de esta violencia se hace sentir mal a las personas por su aspecto físico, por no seguir los patrones ‘normales’ de belleza. Pero ¿qué es lo normal? Ese objetivo siempre será inalcanzable. Lejos de desaparecer, esa violencia cada vez amplía más los canales para imponer su tiranía y produce sobre las mujeres importantes daños físicos y psicológicos.

Durante siglos los cánones de belleza se transmitían a través de la pintura y la escultura. En la antigüedad clásica se dirigía a los cuerpos de hombres y mujeres. Pero a partir del Renacimiento se inicia un proceso que rechaza la belleza en los hombres como una debilidad masculina. Ya lo recoge el refranero español: «El hombre y el oso cuanto más feo más hermoso». Y así, poco a poco, todo el peso de las normas recae sobre las mujeres.

A partir del siglo XX los cánones de belleza se van a popularizar a través de los medios de comunicación y la publicidad. Las revistas, el cine, la radio y la televisión van a jugar un papel fundamental, y en la actualidad han adquirido una gran importancia las redes sociales. 

En una sociedad donde todo se convierte en mercancía, el cuerpo permite un consumo infinito y los discursos actuales van dirigidos a aumentar cada vez más la insatisfacción corporal. La presión que se ejercía desde el papel ha pasado a las redes sociales, pero el reconocimiento de las mujeres sigue ligado con demasiada frecuencia a su aspecto y a su cuerpo. Han cambiado las formas, pero no el fondo. La novedad en las redes sociales es la facilidad para cambiar la realidad a través de filtros. Y poco a poco muchas personas cambian su aspecto físico y llega un momento en que su realidad virtual es para ellas más importante que su realidad social. Ya no les gusta lo que ven en el espejo. Ya no se comparan con las fotos de otras personas, sino con sus propias fotos transformadas por los filtros, siempre a mano para suprimir defectos e imperfecciones. Las mujeres están constantemente bombardeadas por los cánones de belleza actuales: por una parte, una figura femenina hipersexualizada, modelo en el que se quiere instalar también a las niñas; por otra, un modelo de extrema delgadez, que ha hecho aumentar cada vez más los trastornos alimenticios. Podemos añadir el rechazo a la vejez y la búsqueda de la eterna juventud. De esta forma la belleza siempre es inalcanzable. Dietas, operaciones, filtros, nunca son suficientes. La necesidad de consumo nunca cesa y produce grandes beneficios a las empresas y una pérdida de amor propio a las mujeres.

Para combatir esta violencia estética es necesario que se contemple como un problema social. Que se reconozca que la búsqueda constante de la belleza aleja cada vez más de la realidad. Por eso es tan importante romper con la norma que prima la belleza frente a las aptitudes.

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