La dificultad de ser decente

Enrique Arroyas

Enrique Arroyas

El problema es la dificultad que tiene el Gobierno de Sánchez de comportarse con decencia, atrapado como está en un laberinto al que se ha visto arrastrado por las malas compañías que eligió para conservar el poder. Fue el propio presidente quien calificó de indecente la presencia de terroristas en las listas electorales de Bildu. Tenía razón y en eso coincidía con la parte decente de la política. Porque en política decencia significa defensa de los valores que sostienen la convivencia: respeto a la pluralidad de ideas y opiniones, condena de toda acción que atente contra el compromiso básico de renuncia a imponer las ideas mediante la violencia. Cuando alguien tiene interiorizados estos valores no necesita razonar mucho para sentir horror por todo lo que representa Bildu. Y es probable que Sánchez se sienta horrorizado, pero en política no vale solo con sentir, hay que actuar. Si la presencia en las listas electorales de expresos de ETA con delitos de sangre destila crueldad pese a su legalidad, como reconocía el editorial de El País, es una indecencia por su parte, efectivamente, pero lo decente por la nuestra, lo que nos distancia de la indecencia, es actuar en consecuencia. Si decente fue el compromiso de Sánchez de no pactar con Bildu, expresado antes de llegar al Gobierno, ¿qué es convertir a Bildu en socio, aliado o cómplice?

Sánchez es un político decente paralizado entre su extrema debilidad y su extrema ambición, entre la debilidad de sus principios y la enormidad de los desafíos éticos a los que se ha tenido que enfrentar. En otras circunstancias hubiera sido un líder de dimensión histórica para la socialdemocracia. Ahora solo es una marioneta que manotea para mantener la simulación de que sus aliados eran de fiar. La mascarada ya no se sostiene. 

En las 300 listas de Bildu hay 44 candidatos que fueron condenados por militar o colaborar con la banda terrorista ETA. Lógico y normal. También había un terrorista de ultraderecha candidato por Falange. Cada uno está donde le corresponde. Los asesinos, donde se justifica el asesinato. Y mientras sea legal, es justo y necesario que las ideas que conducen a la violencia estén representadas en los ayuntamientos, las asambleas o el Parlamento. Escuchando lo que dicen a cara descubierta estaremos alerta ante lo que puedan tramar bajo los pasamontañas. 

La denuncia de la asociación vasca de víctimas Covite ha servido para mantener vivo el debate, para mantener en la memoria lo que nunca debemos olvidar, para poner en la balanza de las decisiones políticas todo el peso de la verdad, y también para medir la vergüenza. Tristemente, también ha servido para comprobar una vez más el nivel tan bajo al que han caído unos políticos incapaces de, no solo actuar, sino hablar dentro de los márgenes de la decencia, unos márgenes que, tras 50 años de terrorismo, seguirán trazados con la sangre de las víctimas.

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