Lo veo así

Listas que envilecen la política

Pity Alarcón

Pity Alarcón

La campaña electoral de estos comicios de carácter autonómico y municipal ya estaba dando la nota por parte de todos los políticos, entrando en un enfoque nacional, de los mismos: la sensación que transmiten todos en esta campaña es de que desprecian la realidad de las autonomías y de los municipios. 

Y lo que faltaba para terminar de completar el panorama, para que ya no se hable de lo que necesitan las autonomías y los municipios, acaba de aportarlo Bildu, o Euskal Herria Bildu: coalición de partidos de ideología nacionalista e independentista vasca que se sitúa entre la izquierda y la extrema izquierda del espectro político. Principal fuerza política de la izquierda abertzale, a la que ha destapado Covite, el Colectivo de Víctimas del Terrorismo, una asociación creada en noviembre de 1998 por víctimas de atentados terroristas en el País Vasco, con el objetivo de defender sus derechos y que agrupa a más de 400 familias. Un colectivo que ha sentido, que siente, una gran rabia e impotencia ante la manifestación más atroz de desprecio hacia el ser humano que se refleja en esas listas electorales, que deberían de ser ocupadas por candidatos dignos, pero en las que aparecen cuarenta y cuatro etarras como candidatos en las listas de EH Bildu a las elecciones del próximo 28 de mayo, para ocupar cargos públicos en una treintena de municipios del País Vasco y Navarra.

 Antiguos miembros de ETA y de su entorno más cercano (esos que no disparaban pero señalaban a quienes asesinar), siete de los cuales sí están condenados por matar a aquellos que no pensaban como ellos. Asesinos que de manera inhumana figuran en las listas del mismo lugar de sus víctimas

Sí, Bildu, o lo que es igual, Arnaldo Otegi, en el colmo del desprecio hacia el dolor humano, comete la villanía de incluir en esas listas de la vergüenza a Juan Ramón Rojo González, condenado a 27 años de cárcel por el asesinato del policía nacional José Anseán en Bilbao y a otros 30 años de prisión por el asesinato de Francisco Gil en Irún, la misma localidad vasca en la que asesinó a su víctima. No existe ninguna palabra que pueda definir tanta crueldad.

Arnaldo Otegi, ese individuo que cuando le preguntaron que estaba haciendo el día del asesinato de Miguel Ángel Blanco contestó que «paseando por la playa, de la manera más normal». Ese despreciable sujeto que en octubre de 2021 «se comprometía a aliviar a las victimas de ETA con el respeto y la memoria», comete ahora la sinrazón de incluir en las listas de algunos municipios a los mismos que llenaron de dolor, pena y rabia esas localidades. Imposible no sentirnos junto a, por ejemplo, Eva Larrañaga, la hija de una víctima de ETA, que tras decir en una entrevista que Begoña Uzkudun, la asesina de su padre «no puede representar a ningún ciudadano», no ha podido evitar confesar que está «destrozada», porque quien le dejó sin padre, va en el tercer puesto de las listas de un municipio a quince kilómetros de su casa.  

Pues bien, ante el lógico escándalo que se ha armado en todo el país por tanta desvergüenza, el cínico Otegi aseguró, el pasado sábado, que todo forma parte de una «campaña muy sucia» lanzada por «las cloacas» del Estado contra la coalición soberanista, porque según él «todo vale contra nuestro proyecto político», llegando a decir que «han importado lo peor de la política española: el fango, la descalificación y la mentira». No, señor Otegi, lo peor de la política española es usted y los ciudadanos de bien coinciden con las palabras de Pedro Sánchez sobre este tema: «Hay cosas que pueden ser legales, pero no son decentes»

Pues eso, los que fueron condenados por abyectos asesinatos no pueden, no deben envilecer la política española.

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