Pasado de rosca

Volver a leer

Bernar Freiría

Bernar Freiría

En una reciente entrevista concedida al diario El Mundo, el escritor sueco de origen griego Theodor Kallifatides decía al periodista: «Imagínese, el audiolibro cada vez se consume más. Ahí tiene un claro ejemplo de la levedad. Esto cambiará la manera que tenemos de entender la literatura. ¡Cómo es posible conducir mientras se escucha una novela, desde cuándo sirven las grandes historias para algo así! ¡Pero qué simplificación es esa! ¡Qué minimalismo involuntario!». Suscribo totalmente las palabras de Kallifatides. Ciertamente, en su origen la literatura fue oral y no tengo nada en contra de los narradores orales o los cuentacuentos. Pero estamos hablando de cosas diferentes. Cuando un narrador oral nos cuenta algo, se sienta frente a nosotros y cautiva nuestra atención con su mirada. Narrador y escucha están cubiertos por un mismo manto, que es lo que se cuenta, que fluye del uno al otro. Y aunque haya muchos escuchando, cada uno de ellos establece un vínculo mágico con el narrador, que habla solo para él. En cambio, el audiolibro o el tan en boga podcast se elaboran para que alguien los esté escuchando mientras atiende otras tareas. La Biblia, el Ulises o À la recherche du temps perdu no se han escrito para escucharlos a retazos mientras se conduce, se pasa la aspiradora o se fríe un huevo. La gran literatura, las grandes historias se han escrito para ser escuchadas con la misma atención concentrada con que se escribieron. El texto primorosamente elaborado —en el que cada palabra es la precisa, en el que la historia somos nosotros, cada uno de nosotros y la humanidad entera— tiene que ser desentrañado con paciencia, con recogimiento, con inteligencia y lejos del tráfago y del ruido. Y, por qué no, con esfuerzo. En primer lugar el esfuerzo de leer, que es mucho más activo que el simple oír. Y en segundo lugar, el de la concentración, la dedicación en exclusiva a una actividad, mantenida a lo largo de un intervalo de tiempo más o menos largo.

Malos tiempos para la literatura, sin duda. En la misma entrevista Kallifatides sentencia: «No hay una gran literatura. No hay figuras como Cervantes o Lorca. La de ahora es una literatura menor, sin grandeza. Claro que hay excepciones, pero no es una época potente tampoco en este sentido.» Y también en esto le doy la razón, los criterios de mercado se imponen en detrimento de lo puramente literario. Pero eso es asunto para otro día. Volvamos al podcast triunfante. Cada vez que me encuentro en la prensa escrita un podcast o un videoanálisis en lugar de un artículo escrito, lo paso por alto. Porque una de dos: o el asunto es trivial, en cuyo caso prefiero una lectura rápida que me va a ocupar mucho menos tiempo que el que se emplea en la escucha, o se trata de un asunto importante. Y en este caso, prefiero la lectura atenta, que me permite la relectura, la vuelta atrás para mejor comprender lo que se dice, la reflexión que interrumpe la lectura donde el pensamiento lo considera oportuno y a las que la audición no da lugar. Y en cuanto a los videoanálisis, a menudo me dan la impresión de que al supuesto experto le han puesto una cámara y un micro delante para que con su saber eminente desgrane las reflexiones que espontáneamente se le vayan ocurriendo. Pues bien, prefiero que ese mismo experto se siente frente a un folio y confeccione un análisis que merezca tal nombre, de más lenta y mejor argumentada elaboración. Frente a la improvisación oral, la discusión con uno mismo ante el papel que nos obliga a releer a la búsqueda de fallos, incongruencias o contradicciones o que nos invita a la ampliación de líneas argumentales.

En fin, estimados lectores, ya se habrán dado cuenta de que esto no es un podcast y si desean escuchar una voz bien modulada tendrán que ponerla con su imaginación, lo cual tampoco es desdeñable. Pero si han llegado hasta aquí, seguro que también son más partidarios de la lectura, como Kallifatides: un sabio.

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